Thursday, April 9, 2009

LA BATALLA CONTRA LA ARROGANCIA



Miércoles, 17 de marzo de 1999

(A continuación se transcribe el discurso pronunciado por el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, durante una reunión de representantes en conmemoración del Día de la SGI, 26 de enero, realizada en Shinjuku, Tokio, el 27 de enero de 1999.)

Voy a referirme a una mujer común, que no tenía ninguna fama o prestigio singulares. El Daishonin tomó especialmente el pincel y le escribió la siguiente carta de aliento:

En este mundo turbulento [donde abundan las persecuciones], en este mundo que nos hace pensar en el viento que ulula y sacude las hierbas o en el rayo que pasma de terror a los hombres, es sorpren¬dente que usted haya mantenido la confianza en mí.

Se dice que si las raíces son profundas, las hojas no se marchitarán; si en el fondo de la ver¬tiente hay una piedra preciosa, el cauce jamás se secará. De la misma manera, su fe siempre es joven y resuelta, proba-blemente porque las raíces de su fe son profundas, y porque la joya de la convicción valerosa esplende en su corazón. ¡Qué admirable y digno de respeto!

Todos los que hoy están participando en esta reunión, conmemorativa del Día de la SGI, son personas unidas por lazos "kármicos" realmente profundos, dueñas de una misión sublime. Cité este fragmento de gosho como expresión de mi admiración y de mi agradecimiento más inmenso hacia el esfuerzo incesante de los grupos de capacitación pertenecien¬tes a la División de Damas –Kobai-kai, Tokiwa-kai y Ko-jo-no-tsuki—; a los representantes del cuerpo de intérpretes y traductores; a los representantes del Grupo de Enfermeros, Shirakaba-kai y Grupo Shirakaba, y de la División de Médicos.

La sencillez refrescante de la "Madre del pueblo" chino

Muy pronto, la editorial Ushio va a lanzar una nueva biografía de la "madre del pueblo" chino, la señora Deng Yingchao (1904-1992), esposa del primer ministro Zhou Enlai. [Estará en las librerías del Japón desde el 1 de febrero.] El libro se titula Tou Eicho—Tsuma toshite, Doshi toshite (Deng Yingchao—como esposa y camarada). El autor, Kazuteru Saionji, me envió un ejemplar recién salido de la imprenta, y me senté a leerlo apenas lo recibí. Es un libro impactante.

Me siento honrado de que, en su prólogo, haya mencionado mi encuentro con el primer ministro Zhou [acaecido el 5 de diciembre de 1974], y la plantación del Cerezo Zhou Enlai en la Universidad Soka. En ello, puedo ver una notable cuota de calidez y perspicacia.

El señor Saionji fue muy amigo del primer ministro Zhou y de la señora Deng. Hace más de cuarenta años, la pareja le había dado una grata bienvenida a su familia, emigrada a la China. En ese entonces, el señor Saionji cursaba los primeros años de la escuela secundaria. La primera vez que visitó la residencia del dignatario, una mujer de cabello corto le sirvió una taza de té. Supuso que debía ser la criada, hasta que apareció el primer ministro Zhou y se la presentó como su esposa. El señor Saioinji se quedó impresionado por la sencillez y el comportamiento discreto de la mujer. Vestida sin lujos ni afectación, estaba más allá de toda vanidad o altanería. A decir verdad, decía el autor, su aspecto era el mismo de cualquier señora china de mediana edad.

Esta era una de las cosas más grandiosas de la señora Deng. La verdadera personalidad siempre lleva consigo un aura refrescante.

Nadie es mejor que nadie. La gente arrogante que se cree especial ha perdido la integridad humana; van por la pendiente corrupta de la declinación.

Un líder tiene que ser humilde

Hubo algo que la señora Deng siguió proclamando con pasión inquebrantable, en los últimos años de su larga y heroica vida. Y fue que los líderes se ganaran legítimamente sus laureles. Aprovechaba cada oportunidad para enseñar con rigor, a los jóvenes líderes del futuro, el camino correcto del liderazgo. Permítanme compartir con ustedes algunas de sus palabras :

La contribución de un revolucionario debe ser ilimitada.
*
Deben ser modestos y humildes. Hagan bien su trabajo, sin impa-ciencia ni superioridad.
*
El deber de oponerse a los privilegios debe ser acometido por nuestros directivos. Para que eso suceda, es necesario tener espíritu revolucionario.
*
El pueblo es el protagonista; el pueblo es el maestro. Jamás tengamos hacia el pueblo el menor sentimiento de soberbia.
*
El punto de partida de nuestra contienda es relacionarnos con el pueblo, basarnos en el pueblo, unirnos con todo aquel con quien sea posible unir¬nos.

De esta forma, luchó tenazmente para evitar que los líderes fuesen vencidos por la jactancia y la altanería.

El orgullo y la arrogancia: dos enemigos gemelos

En el Budismo, los enemigos más grandes de una perso¬na son el orgullo y la arrogancia. Hoy, quisiera mencionar citas del Gosho para advertir sobre estos peligros.

Nichiren Daishonin dice sobre el mundo del Ultimo Día de la Ley: "Estamos viviendo en el Ultimo Día; la sabiduría de la gente es superficial, y su actitud está impregnada de orgullo". También dice que, en esta época, los pensamientos del pueblo están "colmados de envidia y celos".

Tal como enseña este pasaje, en el Ultimo Día en que vivimos, la sociedad humana es una ciénaga de orgullo y de envidia. No nos dejemos arrastrar por este torbellino fétido, que nos conducirá a la pérdida de la fe.

El Daishonin lo reiteró muchas veces. Por ejemplo, dijo: "En el camino hacia el logro de la Budeidad, [usted debe] invocar Nam-myoho-renge-kyo sin arrogancia ni apego a ideas distorsionadas".

Es importante que siempre mantengamos el espíritu de búsqueda hacia el Budismo, con el deseo de mejorar constante¬mente, para no arribar a callejones sin salida ni estancarnos en nuestra situación actual. También es absolutamente esencial que actuemos para combatir a las malas personas, motivadas por la envidia y la arrogancia.

Los que olvidan el "tesoro del corazón" más importante

En el pasado, desafortunadamente, hubo personas en nues¬tra organización que incurrieron en sentimientos de vanidad o de celos, por cosas como la capacidad intelectual, la posición organizativa, la profesión, la formación académica, el poder o la riqueza. Este descuido las llevó a perder la fe. También hubo traidores que no sólo abandonaron la fe, sino que busca¬ron activamente destruir el mundo puro de la SGI. Embriagados por la intrascendencia de los "tesoros del cuerpo" y los "tesoros del cofre", se olvidaron del "tesoro del corazón" más importante: la fe. Por eso, no pudieron respetar a los miem¬bros de fe pura ni continuar dentro de la SGI, un mundo inspi¬rado en la devoción seria y sincera de los creyentes, y dedi¬cado a propagar las enseñanzas del Daishonin. Es esencial que desenmascaremos a las personas así y no nos dejemos engañar.

La persecución originada por la arrogancia

El Sutra del Loto detalla claramente la clase de gente que persigue y oprime a sus practicantes. Me refiero a los "tres enemigos poderosos" , mencionados en el capítulo "El aliento a la devoción", y a las "cuatro clases de creyentes arrogantes", citados en el capítulo "El bodhisattva Jamás Despreciar". Todos ellos tienen algo en común, y es su sober¬bia.

En la raíz de los actos de persecución que estas personas cometen, invaria-blemente anida la arrogancia. El sutra dice que "creerán haber logrado lo que en realidad no poseen". En otras palabras, creen equivocadamente que ya han llegado al nivel más alto de iluminación. También nota que "se conducirán con soberbia y con jactancia".

El tercero de los enemigos poderosos corresponde a los "falsos venerables": personas que se postulan como modelos de virtud, pero en realidad no tienen ninguna virtud encomiable. Desprecian al pueblo y albergan animosidad hacia los devotos del Sutra del Loto, que luchan en defensa de la gente. Viven a merced de su propia soberbia. Y también es la soberbia lo que convierte a las personas que se alejan de la fe en destructo¬res de la fe.

El corazón de los falsos venerables es muy ruin; sin embargo, fingen ser personas de integridad intachable. No hacen el gongyo seriamente, pero fingen tener fe. No ponen en práctica las enseñanzas del Daishonin, pero ordenan a los demás que lo hagan. No tienen capacidad, pero se aprove¬chan de su cargo para pavonearse y darse aires de importancia. Lo único que les importa es quedar bien; no tienen respeto alguno por los demás.

En síntesis, la soberbia deforma y paraliza el corazón de las personas arro-gantes, incapaces de mirarse a sí mismos con honestidad o de reflexionar sobre su conducta. Son una verda¬dera vergüenza.

El desprecio a los demás

El Sutra del Loto menciona otra característica de los falsos santos: "despreciarán a todos los hombres con franco desdén". En otras palabras, la gente les inspira desprecio. La causa de este menoscabo está en la negrura de su propio corazón. Como son tan feos por dentro, no pueden respetar a los demás. En consecuencia, aunque de su boca salgan palabras impactantes, íntimamente no creen en que todas las personas puedan lograr la iluminación, como enseña el Sutra del Loto. Si así son las cosas, ¿cómo van a comprender el corazón sincero de los que se esfuerzan por propagar el Budismo de Nichiren Daishonin, en su propio bien y en bien de los demás? Lo único en lo que creen estos individuos arrogantes es en la fama y en la riqueza. Para ellos, la religión y la gente son simples instrumentos. El Sutra del Loto advierte sobre los falsos santos, cuando dice:

Ávidos de provecho y de respaldo,
predicarán la Ley a laicos de túnicas blancas
y serán respetados y venerados por el mundo,
como si fueran arhats
dueños de los seis poderes trascendentales.


Mentir, para ocultar los defectos

Otra característica de los arrogantes es su predilección por la mentira. En el "Ongi Kuden" (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), el Daishonin cita las palabras del gran maestro Miao-lo: "La arrogancia se define por la tenden¬cia a ocultar los defectos y a jactarse de las virtudes". La gente consumida por el orgullo no tiene escrúpulos a la hora de ocultar sus falencias y de publicitar virtudes que, en realidad, no posee. Estas personas son vanidosas e hipócritas. Lo que es más, ni siquiera se avergüenzan de su engaño; no tienen el menor remordimiento o cargo de conciencia.

Expertos en tergiversar la verdad

Las personas soberbias también son muy hábiles para distorsionar la verdad; vacían su propia basura en la puerta de los devotos del Sutra del Loto. Por ejemplo, los falsos sacerdotes se aprovechan de la religión; ambicionan dinero y prestigio personal. En lugar de reflexionar sobre su propia mezquindad, critican las actividades de los practicantes de la Ley y los acusan de estar "motivados en un deseo de fama y de riqueza", es decir, lo mismo de lo que ellos son culpables. Repiten sus calumnias maliciosas a todo el mundo, inclusive a los funcionarios y autoridades del gobierno. Incapaces de mirar con rigor su propia naturaleza retorcida, atacan a los demás. Incapaces de destruir el mal de su propio corazón, lo que buscan es destruir a sus semejantes. Así actúa la gente arrogante.

Es absolutamente esencial que pongamos límite rotundo a estas funciones demoníacas. Luchemos contra ellas con energía, y venzamos. Si cedemos un poquito, se desmoronará el cimiento del kosen-rufu. Y si eso sucede, el futuro de la humanidad perderá su única esperanza brillante. Debemos combatir el mal hasta su raíz. Así es el Budismo y así es la fe. Uno podrá asegurar el desarrollo eterno del movimiento por el kosen-rufu sólo cuando practique el Budismo con la determinación de librar una contienda terminante contra el mal.

El deseo de superioridad absoluta

Desde el punto de vista de los Diez Estados, el estado de vida de una persona arrogante corresponde a la Ira [tipifica¬da, en la figura de los asura, demonios pendencieros de la mitología india]. Las personas arrogantes viven motivadas por el deseo de superar a los demás. Tienen el deseo perverso de ser mejores que cualquiera, a toda costa, y se sienten supe¬riores a todos.

Con respecto al estado de Ira, el gran maestro T'ien-t'ai escribió en el Maka shikan (Gran concentración e introspec¬ción):

Ya que la mente de la persona en estado de Ira desea, en todo momento, ser superior a los demás, y no puede soportar ser inferior a nadie, menosprecia y rebaja a los otros mientras se elogia a sí mismo, tal como un milano sube a las alturas y desde allí cree ser más grande que el resto de las cosas. Exteriormente, la gente así muestra benevolencia, rectitud, disciplina, sabiduría y fe, y cultiva una disposición hacia el pequeño bien. Todo esto mientras pone en práctica la forma de ser de asura.

Las personas arrogantes viven controladas por el deseo de medirse con los demás y salir vencedoras en la pugna. No pueden emprender la contienda espiritual de triunfar sobre sí mismos, y sobre sus propias miserias. Por eso, su condición de vida no experimenta ninguna mejoría. Cuanto más conspiran y traman para eclipsar a los demás, más desciende cuesta abajo su propio estado de vida.

Las personas arrogantes siempre andan muy ocupadas con sus dudosos planes; tienen mucho que hacer, como por ejemplo, contar las mentiras más inconcebibles, pregonar a cuatro vientos sus supuestas virtudes, orquestar maniobras para perseguir a los que propagan el Sutra del Loto, etcétera, etcétera... Todas estas actividades les insumen muchísima energía. Pero, finalmente, sus esfuerzos no les sirven de nada. Estas personas no consiguen transformar su estado de vida, lastiman a los demás y caen derecho en el estado de Infierno. Y junto con ellos, caen también todos los que los han seguido en sus conspiraciones y mentiras.

Por favor, jamás nos dejemos engañar por la gente así. No nos dejemos em-baucar.

El miedo a ser desenmascarados

Otro rasgo natural de los arrogantes es la cobardía. Como viven inflados de orgullo, creen ser grandiosos. Se dice que los asuras medían ochenta y cuatro mil yojanas de altura; las aguas de los cuatro grandes océanos no les llegaban si¬quiera a las rodillas.

Sin embargo, en el Gosho vemos un asura que, enfrentado a la posibilidad de luchar contra un oponente superior –el gran Taishaku, una de las deidades tutelares del Budismo—, se encoge hasta adquirir un tamaño diminuto. Tan pequeño, que puede ocultarse en una flor de loto que hay en un estanque cercano. Ese yo insignificante es la realidad de todos los asuras. El Daishonin declaró que las personas arrogantes siempre tiemblan cuando están frente a un enemigo poderoso.

[Nichiren Daishonin escribió: "El hombre arrogante se deja invadir por el pánico cuando encuentra un enemigo poderoso, tal como el asura presuntuoso, que se encogió hasta esconderse en un loto que florecía en el lago Munetchi, cuando Taishaku lo amonestó.]

Cuando un auténtico devoto del Sutra del Loto aparece en escena, los arrogantes sienten temor de quedar en evidencia, de ser desenmascarados. Los aterroriza pensar que pueda caer su elaborada máscara de santidad, integridad y devoción piado¬sa a la fe. Por eso dirigen toda su hostilidad al devoto del Sutra del Loto y buscan destruirlo.

El mal está destinado a caer

El mundo de hoy abunda en personas así. Pero, finalmente, la justicia triunfa sin falta. Nichiren Daishonin lo dice con claridad: "Los regentes y las personas que despreciaron a los devotos del Sutra del Loto, al principio, parecieron estar libres de retribución negativa. Pero, con el tiempo, todos se vieron condenados a caer". El Daishonin está declarando que las personas arrogantes, de corazón perverso, que desprecian a los creyentes y buscan destruir el kosen-rufu, sin falta caerán en la ruina. Es más, estas palabras revelan toda su veracidad cuando examinamos lo que les sucedió a las personas que intentaron destruir la SGI.

La justicia y la verdad triunfan sólo cuando uno tiene el corazón de un león rey. Sólo pueden lograr la iluminación las personas que luchan con el corazón de un león rey. Los que no lo hagan, aunque tengan mucho tiempo de práctica, verán que la iluminación se les escapa. Nichiren Daishonin declara que las personas que realmente logran manifestar su Budeidad son "más pocas que el número de granos de arena que uno puede capturar sobre las uñas".

Una fuente de optimismo inquebrantable

Volvamos a la biografía del señor Saionji sobre la señora Deng Yingchao. Quisiera contarles una anécdota que aparece en sus páginas.

Cuando Zhou Enlai era joven, le dijo a Deng Yingchao, a quien todos conocían, en aquel entonces, como la "camarada Xiaochao" (La Pequeña Chao): "Todos quieren saber cómo haces para estar siempre radiante y alegre, en cualquier ocasión. No saben cuál es tu secreto".

Deng Yingchao respondió jubilosamente: "Verás; soy opti¬mista de corazón. Sé que si caemos en la melancolía, contagia¬remos ese sentimiento a los demás. Son épocas muy difíciles, así que creo que nuestra misma actitud debe enseñar al pueblo que la revolución nos llevará hacia un futuro brillante. Quiero que todos tengan convicción en nuestra victoria".

Zhou Enlai y Deng Yingchao siempre pensaban en el bienes¬tar de todos. Siempre lucharon por inspirar y alentar a los demás.

Construir en esta vida la base de la felicidad eterna

El lema de esta pareja altruista era "Allí donde esté, aunque sea como soldado raso, daré lo mejor de mí". Oro para que todos ustedes mantengan este noble espíritu en su comuni¬dad. Espero que trabajen con alegría y vitalidad, para asegu¬rar la victoria de sus compañeros de fe.

Por favor, consoliden un estado de vida muy elevado en esta existencia, para disfrutar, eternamente, el camino de las cuatro virtudes: eternidad, felicidad, ver-dadero yo y pureza.

Una vez que logren manifestar la Budeidad, podrán, en existencia tras exis-tencia, renacer libremente, donde quieran, y allí cumplir la misión que su corazón haya escogido. Quiero dar por terminadas mis palabras con esta proclamación absolu¬ta.

Les agradezco que hayan venido hasta aquí desde lejos, con el frío que hace, para participar en la reunión de hoy.


(publicado el 30 de enero de 1999 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai.)

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