Thursday, April 9, 2009

LAS NUEVE CONCIENCIAS


Traducción no oficial, hecha por Angélica Bacquerie, del Capítulo 6 del libro “Unlocking the Misteries of Birth and Dead; Budhism in the Contemporary World” (Desentrañando los Misterios del Nacimiento y la Muerte; el Budismo en el Mundo Contemporáneo), escrito por Daisaku Ikeda.

LAS NUEVE CONCIENCIAS
COMPROBANDO LAS PROFUNDIDADES DE LA VIDA

Cada ser viviente depende para sobrevivir de su habilidad para percibir la naturaleza de lo que le rodea y reaccionar conforme a ello. Por ejemplo, muchas plantas sobreviven al riguroso invierno más que nada porque tienen la habilidad para adaptarse al diferente clima del invierno y el verano; por dar un ejemplo, los árboles de hoja caduca, perderían humedad a través de sus largas hojas en invierno, por lo tanto, se despojan de ellas. Los árboles desde luego no tienen termómetros para consultar, aún así, pueden detectar los cambios de temperatura y actuar conforme a ellos.

En forma similar, los seres humanos tienen la habilidad para detectar lo que es comestible y lo que no. Por ejemplo, usted podría ver un tazón con frutas de cera. Sin embargo, por más tentadora que parezca la falsa fruta, usted puede generalmente decir que está hecha de cera con solo verla; si su vista fallara, su sentido del olfato inevitablemente terminaría con el equívoco. Finalmente, si su sentido del olfato y su sentido del tacto fallaran, podría probar una fruta de imitación y, desde luego, al darse cuenta que es de cera, la escupiría. Este es sólo un ejemplo trivial de la forma en la cual la acción de distinguir o percepción es el medio fundamental mediante el cual los seres vivientes se pueden mantener vivos.

En sánscrito esta habilidad de percepción, comprensión o discernimiento, es llamada vijnana. Generalmente la palabra se traduce como “consciencia”; aunque esta es una traducción razonable, debemos darnos cuenta que, al utilizar el término “consciencia” en este sentido, nos estamos refiriendo a algo más bien distinto a lo que la palabra significa usualmente.

La función de vijnana fue incluida por el Buda Shakyamuni entre los cinco componentes – forma, percepción, concepción, volición y consciencia – los cuales, todos juntos, conforman un ser viviente. Shakyamuni desarrolló el concepto de los cinco componentes como un medio para analizar la vida de los seres sensibles con relación a su mundo. Cada individuo interactúa en relación con su medio ambiente: asimila la información que requiere de sus alrededores y se ajusta conforme a ella. Esta es, entre las funciones vitales de “consciencia”, la que analizaremos en este capítulo.

El funcionamiento de la Consciencia

La consciencia opera a diferentes niveles. La doctrina budista de las nueve consciencias, desarrollada en las escuelas T’ien-t’ai y Juan-yen de la China del siglo sexto, y a la cual se le dio un nuevo significado en el budismo de Nichiren Daishonin, analiza los varios estratos de consciencia y así aclara todo el espectro de la operación de la vida misma.

Desde los últimos años del siglo XIX en el mundo occidental se han hecho intentos para explorar los diferentes niveles de la consciencia humana; estos intentos se han manifestado como el desarrollo de las ciencias del psicoanálisis y la psicología profunda. También las ciencias de la neurología y la neurofisiología, en su análisis de la estructura de la corteza cerebral, espacio donde residen nuestras actividades mentales superiores, ha buscado examinar objetiva o inductivamente funciones tales como las sensaciones, las emociones, la comprensión y la memoria con relación con el funcionamiento del cerebro.

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En contraste, el budismo busca examinar las profundidades de nuestra vida en una forma más intuitiva, deductiva. Aunque la ciencia occidental y el budismo pudieran diferir de alguna forma en sus objetivos y concepciones básicas, sus diferentes métodos – una mediante el análisis objetivo, el otro a través de la investigación subjetiva – se relacionan en que ambos intentan atacar el problema de los estratos discordantes de la vida o conciencia. En este sentido, la teoría budista de las nueve consciencias tiene una importancia comparable y análoga a algunas de las hipótesis de la investigación científica moderna.

Las primeras cinco de las nueve conciencias corresponden a la noción convencional de los cinco sentidos – vista, oído, olfato, gusto y tacto. Estos nacen como resultado del contacto de los cinco órganos sensoriales – ojos, oídos, nariz, lengua y piel – con los objetos respectivos. Los cinco órganos sensoriales son medios a través de los cuales el mundo exterior se conecta con el interior, y están considerados como elementos del primero de los cinco componentes, la forma, el aspecto físico de la vida.

Para entender cómo la forma se relaciona con los otros cuatro componentes, usemos una metáfora. Imagínese que va dando un paseo por una angosta calle y que escucha el sonido de un motor. Voltea a su alrededor y ve que se aproxima un camión de carga. La acción de ver, escuchar o percibir cualquier cosa a través de uno o más de los cinco sentidos corresponde al segundo de los cinco componentes; la percepción. Juzgar si es seguro o no dejar que te rebase el camión estando en una calle tan angosta es la función del tercer componente; la concepción. La decisión de hacerse a un lado o de seguir caminando involucra la decisión de actuar basándose en el juicio que usted hizo: esta voluntad de actuar es el cuarto componente: la volición (o voluntad). La consciencia, el quinto de los componentes, puede ser considerada como el componente que integra la percepción, la concepción y la voluntad en relación con la forma – esto es, con los cinco órganos sensoriales y sus objetos respectivos.

Adicionalmente, cada uno de los órganos sensoriales posee – de acuerdo con el budismo – una conciencia propia. ¿Qué queremos decir exactamente cuando decimos que un órgano sensorial tiene “consciencia”?. Bueno, en términos fisiológicos los órganos sensoriales no pasan al cerebro todo lo que perciben; más bien, seleccionan las cosas importantes y sólo éstas son transmitidas al cerebro. Por ejemplo, cuando caminamos y con respecto a la conciencia de los ojos, nos estamos refiriendo a su capacidad de discernimiento, su capacidad para seleccionar. Digamos que hemos perdido las llaves y estamos buscándolas desesperadamente. Lo usual en este tipo de situaciones, es que se encuentran justo en el centro de la mesa de la sala, pero aún así, no las vemos. Sin embargo, aunque las busquemos como locos, las llaves siguen perdidas porque nuestros ojos “seleccionan” la información que le enviarán al cerebro. Debido a que estamos convencidos de que las llaves no pueden estar en el centro de la mesa de la sala – porque “ya les habríamos visto si ahí estuvieran” – la información que recogen nuestros ojos, de que es ahí exactamente donde están las llaves, no es divulgada a nuestro cerebro.

Los ojos perciben imágenes, los oídos sonidos, la nariz olores y así respectivamente. La función de la consciencia que integra a estos sensores de entrada para formar imágenes coherentes y distinguir entre los diferentes objetos es la sexta consciencia.

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O, para enfocarlo desde otro ángulo, podemos ver las primeras seis consciencias como funciones que emergen en respuesta a los fenómenos y al mundo exterior de todos los días. Podemos reconocer fácilmente el funcionamiento de las seis consciencias ya que operan en la “superficie externa” de nuestra mente – es decir, en el terreno del consciente. Todas las seis están siempre cambiando en respuesta a su constante interacción con lo que nos rodea, y aún así no existe discontinuidad en su funcionamiento de un momento a otro, por lo tanto es fácil para nosotros caer en la trampa de creer que poseemos un yo incambiable – y quizá hasta que este yo supervisa y controla a las seis consciencias. Esta función que produce un sentido de yo permanente es llamada la séptima consciencia, o consciencia mano.

La palabra mano se deriva de la palabra sánscrita manas, que significa mente, intelecto o pensamiento, y el nombre de esta consciencia proviene del hecho de que realiza la acción de pensar. Diferente de la sexta consciencia, que tiene por objeto las diversas circunstancias de la vida diaria y opera en respuesta a ellas; la consciencia mano opera desde dentro, por su propia cuenta y en forma bastante independiente de cualquier circunstancia externa. Representa el reino del pensamiento abstracto y analiza el mundo interior; por ejemplo, distinguiendo lo falso de lo verdadero. Es gracias al poder de la consciencia mano que distinguimos entre el bien y el mal, que somos capaces de reflexionar sobre nuestro comportamiento, de decidir si algo vale la pena o no, y de decidirnos a mejorar nuestros estándares de conducta. La enseñanza de Sócrates, “conócete a ti mismo” podría haber sido un intento de despertar esta consciencia en sus contemporáneos.

Por lo tanto, la consciencia mano puede ser vista como el indicador del funcionamiento del pensamiento de la gente que ya dejó de estar esclavizada a los asuntos inmediatos pero puede ver el funcionamiento de la vida diaria en el mundo con un franco desapego, buscando comprender la verdad que subyace a todas las cosas.

Otra característica de la consciencia mano es un fuerte apego al yo, de hecho, además del pensamiento abstracto y la reflexión, la función básica de esta consciencia es el apego al propio ego. Por lo tanto, se dice que la consciencia mano está siempre acompañada por cuatro tipos de ilusiones: la ilusión de que el yo es absoluto e incambiable; la ilusión que nos lleva a las teorías que sostienen que el yo es absoluto e incambiable; la ilusión que nos lleva a la vanidad y la ilusión que nos lleva al apego al yo. Por lo tanto, esta consciencia tiene la tendencia de confinarnos dentro del marco de nuestro propio ego y con esto nos induce a la arrogancia y al egoísmo. En suma, mientras la consciencia mano se refiere al escenario de la razón, simultáneamente se considera que está invariablemente manchada por los engaños referentes al yo.

El apego al yo originado en la séptima consciencia es muy diferente del conocimiento del yo que formamos como resultado del funcionamiento de las primeras seis consciencias. En algún momento entre los siglos tercero y primero antes de Cristo, las escuelas Abidharma del budismo hinayana propagaron la idea de que la sexta consciencia era la base máxima de la vida y que las primeras cinco eran sus funciones específicas. Sin embargo, esta teoría se fue modificando mediante distintas corrientes. Por ejemplo, ya que las funciones de las seis consciencias nacen como respuesta a las circunstancias externas, nos encontramos con el problema de que, entonces dónde radica la continuidad del sujeto que pasa por los ciclos de nacimiento y muerte.

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Sin embargo en los siglos cuarto o quinto después de Cristo, la escuela Consciencia Única del budismo Majayana resolvió esta dificultad postulando la existencia de la consciencia mano, sosteniendo que operaba bajo el nivel de las seis consciencias. En contraste con las funciones de las primeras seis consciencias, los budistas consideran que las funciones de la consciencia mano no se ven afectadas por los eventos externos. Podemos ver este tipo de cosas en operación cuando una persona, quizá debido a un accidente, queda en estado de coma; a pesar de que la persona se encuentra totalmente inconsciente, aún así sigue respirando y haciendo esfuerzos para mantenerse con vida. Por lo tanto, la consciencia mano representa una consciencia del yo muy profunda e inconsciente.

Con la consciencia mano nos empezamos a mover a un terreno más allá de la mente consciente. Sin embargo, sería un error pensar que las funciones de la consciencia mano se ubican totalmente dentro del inconsciente. Sus poderes de razonamiento, como los de las seis consciencias, son un fenómeno de la “superficie externa” de la mente, por ejemplo la consciencia. Aún así, podemos ver a la consciencia mano como un tipo de fase transitoria que atraviesa la frontera entre lo consciente y lo inconsciente.

En occidente el conocimiento sobre el inconsciente ha avanzado hasta cierto punto a través de la ciencia de la psicología profunda. Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, postuló el concepto de la inconsciencia individual y desenterró buena evidencia a favor de su teoría de que la represión sexual y la agresividad traen como consecuencia la histeria y otras neurosis. Sin embargo en términos del budismo, la sexualidad, la agresividad y otras tendencias instintivas que se manifiestan a través de la consciencia mano, son definidas como “deseos mundanos”, tales como la avaricia, la ira y la estupidez. Estas tres – los “tres venenos” – son considerados como pasiones ilusas fundamentales las cuales dan lugar a otras que de ellas se derivan, como ya lo hemos visto (páginas 75-78). La ira por ejemplo, da lugar a la indignación, el odio, la aflicción, los celos y la irritabilidad; la avaricia trae como consecuencia la miseria, la arrogancia y el deseo de ocultar nuestros defectos personales; y la estupidez, con la cual nos referimos a la ignorancia de la verdadera naturaleza de la vida, nos lleva a venenos derivados tales como la decepción y la adulación.

La consciencia mano podría dar lugar a falsas ilusiones, aún así, tiene cualidades positivas; por ejemplo, la buena fe, la cual sienta las bases para la confianza mutua entre los seres humanos; la capacidad de arrepentimiento o la auto-reflexión, además, acelera nuestra conducta para llegar a un nivel más alto de moralidad; también corresponden a esta consciencia mano las facultades intelectuales de concentración, sabiduría, devoción y perseverancia.

El inconsciente

Conforme se ha dicho, la consciencia mano combina las funciones del pensamiento que han roto los confines de la mera reacción a los asuntos inmediatos con un fuerte conocimiento inconsciente del yo. La definición de consciencia mano nos da la clave de hacia donde buscar la continuidad del sujeto que percibe, piensa y más; pero falla en proporcionarnos la solución al problema de cómo el karma, que nos predispone a ciertos patrones de pensamiento y de conducta, se transmite y opera del pasado al presente y hacia el futuro.

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Ya que la noción de la consciencia mano no puede resolver estos problemas, la escuela “Consciencia Única” propuso que existía un octavo estrato de consciencia, la consciencia alaya, la cual dijeron que se encontraba en un estrato aún más profundo que la consciencia mano. Se cree que es la consciencia alaya la que experimenta el ciclo de nacimiento y muerte. La palabra sánscrita alaya significa vivienda o receptáculo, y la consciencia alaya obtiene su nombre debido a que todas nuestras acciones -–incluyendo los pensamientos, las palabras y los sentimientos, todo aquello que se manifiesta a través de las funciones de la séptima consciencia – se graban momento a momento en el reino inconsciente de la consciencia alaya como energía que tiene el potencial de influenciar el futuro; estas impresiones son llamadas “semillas”, por lo tanto el reino de la consciencia alaya algunas veces se describe como “almacén de consciencia” o como el “depósito de las semillas”. Cuando aquí hablamos de “semillas” pensamos en ellas en forma análoga a una planta que echa ramas y hojas: las semillas en la consciencia alaya representan el karma, o el poder latente de nuestras acciones para producir efectos futuros.

El karma almacenado en la consciencia alaya tiene un efecto en las funciones de las primeras siete consciencias – podemos ver esto, por ejemplo, en la forma en que factores tales como nuestro país de nacimiento, nuestra lengua nativa, nuestras costumbres sociales, y el conocimiento y la experiencia que adquirimos dan forma a nuestra personalidad. La gente diferente reconoce y responde a las mismas cosas en formas diferentes, dependiendo de los diversos elementos que han conformado su personalidad. Una persona que ha vivido en circunstancias represivas, por ejemplo, puede revelarse ante la restricción más trivial y por lo tanto, ser incapaz de ver la vida con objetividad.

Nuestra percepción de la realidad está, obviamente, afectada por nuestras experiencias pasadas. Supongamos por ejemplo que usted fue mordido por un perro cuando era niño. Este evento pudo haber sido tan traumático que, aún ahora, se vea afectado por eso al grado que sienta verdadero terror cuando se encuentra hasta con un perrito inofensivo y amigable. La razón le dice que su miedo no tiene bases racionales, aún así el impulso de evitar a los perros surge de las profundidades de su inconsciencia cada vez que ve uno. Este tipo de reacción puede ser rastreado hasta el evento original que usted vivió y el cual quedó grabado en su consciencia alaya. Para entrar a esto con más profundidad, encontramos que en las profundidades de nuestra consciencia alaya se encuentran un cúmulo de experiencias que hemos almacenado durante nuestras vidas anteriores, y que esta acumulación condiciona nuestra existencia presente. Por ejemplo, las diferencias inherentes en la personalidad de cada individuo pueden ser atribuidas a causas kármicas que tienen su origen en vidas pasadas. Así mismo, las causas kármicas pasadas determinan la condición en la que cada uno de nosotros nace. En el Sutra de la Flor de Guirnalda encontramos el siguiente pasaje:

Referente a los diez actos malvados, quienes los cometen con mayor severidad, crean la causa para caer en Infierno, quienes los cometen menos severamente crean la causa para caer en el Hambre y quienes los cometen levemente crean la causa para caer en la Animalidad. De entre los diez, el acto de matar lo lleva a uno a Infierno, Hambre o Animalidad. Si esa persona renaciera en el estado de Tranquilidad (Humanidad), sufriría los dos tipos de retribución. Primero, su vida sería corta y segundo, sería muy enfermizo.

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El sutra continúa describiendo todos los diferentes sufrimientos que padecerá la gente si comete uno o todos los diez actos malvados – el grado de sufrimiento será determinado por el acto que haya escogido cometer y por la forma en la que lo hubiera hecho.

Todas nuestras experiencias y acciones tanto en esta vida como en las anteriores, hayan sido buenas o malas o en algún grado intermedio, se acumulan como semillas en la consciencia alaya, y estas semillas predispondrán directamente nuestras acciones futuras. Ya que las semillas kármicas se encuentran solamente en un nivel muy profundo de la vida, no se ven afectadas por el mundo exterior. Aún así, existe una influencia recíproca entre las semillas que se encuentran en la consciencia alaya y los niveles superficiales de consciencia, donde se manifiestan los tres tipos de acciones – pensamientos, palabras y acciones –.

A diferencia de la consciencia mano, que funciona en el reino del ego individual, la consciencia alaya tiene un aspecto que la vincula con la vida de la demás gente. El karma se forma no solo por las acciones del individuo sino también por las acciones que dicho individuo realiza en asociación con otras personas. El karma creado y experimentado por un grupo de personas, más que por el de un individuo solo, se identifica en el budismo como karma “compartido” o karma “general”. El estudioso del Majayana en la India, Nagarlluna, en sus Comentarios sobre los Diez Estados interpreta esta idea en relación con la existencia sensible y no sensible: “Los seres sensibles nacen por virtud del karma individual, y los seres no sensibles, por virtud del karma compartido.” En otras palabras, la vida de los individuos manifiesta su existencia como consecuencia de sus acciones individuales, mientras que las formas de vida no sensible – tales como las montañas, los ríos y la tierra misma – derivan su existencia del karma compartido.

Cuando hablamos de “formas de vida no sensibles” estamos, en términos amplios, refiriéndonos al medio ambiente no sensible, el cual incluye no sólo el mundo natural sino también a la cultura social humana. En este contexto podemos decir que el tipo de cultura o país que tiene un pueblo, se deriva directamente de su karma compartido.

Así la consciencia alaya contiene no solo el karma individual sino también el karma común a nuestra familia, a nuestra raza, y aún a toda la humanidad. Por lo tanto, el reino de la consciencia alaya vincula ampliamente a todos los seres humanos, y en este sentido se puede decir que engloba la noción de “inconsciente colectivo” postulado por C. G. Jung y legada como parte de la ciencia de la psicología profunda. La teoría de Jung consiste en que cada ser humano posee la totalidad de la herencia humana dentro de los recónditos lugares de su propia psique – esto es, que cada uno de nosotros comparte con todos los demás seres humanos una psique común, la inconsciencia colectiva.

C. S. Hall, uno de los discípulos de Jung, analizó los miedos comunes entre los seres humanos con respecto a las víboras y la obscuridad y llegó a la conclusión de que dichos miedos no podrían ser totalmente explicados en términos de experiencias únicamente de la vida presente; más bien, dijo, las experiencias personales parecen meramente fortalecer y reafirmar los miedos que ya existen dentro de nosotros. Sugirió que los miedos a las serpientes y a la obscuridad son hereditarios – que son un legado de nuestros remotos ancestros – y que esto demuestra que la memoria ancestral de alguna manera es preservada en el profundo estrato de la psique individual humana.

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Llevando esto un paso más adelante, podría ser que nuestro inconsciente contiene no sólo los recuerdos de nuestros ancestros humanos sino también aquellos de nuestros ancestros pre-humanos. De hecho, podría ser que las huellas de todos y cada uno de los pasos en nuestra evolución pasada, están registradas en el nivel más profundo de nuestra mente individual.

Sin embargo, el budismo incursiona todavía más en las profundidades de la existencia humana, enseñando que la mente humana comparte un terreno común con todos los fenómenos – en todos esos fenómenos que son manifestaciones de la fuerza vital cósmica global, la cual está personificada tanto en la existencia del mundo sensible como en el insensible. La sabiduría del budismo, por lo tanto, ilumina no solo el inconsciente y la base en común compartida por los seres humanos y todos los demás seres vivientes, sino también la realidad expresada a través e la totalidad de los fenómenos del universo.

En virtud de que la consciencia alaya mantiene los efectos potenciales de todas nuestras acciones, tanto buenas como malas, no puede describírsele como intrínsecamente buena o mala. Ya que contiene tanto la pureza como la impureza, la consciencia alaya es el reino en el cual los poderes del bien y del mal llevan a cabo una lucha feroz. Por lo tanto, a menos que tanto el bien como el mal que existen en el terreno de la consciencia alaya estén incluidos en una dimensión más profunda, se mantendrán encerrados en una lucha eterna. Esta reserva parece filosóficamente inaceptable, y por ello los budistas de las escuelas T’ien-t’ai y Juan-yen llegaron a postular la existencia de una novena consciencia, la consciencia amala, un nivel de la psique todavía más profundo que el de la consciencia alaya. La palabra sánscrita amala significa pureza, sin mancha o inmaculada, y así la consciencia amala obtiene su nombre debido a que permanece eternamente no contaminada por el karma. La consciencia amala es en sí misma la máxima realidad incambiable de todas las cosas, y por lo tanto es el equivalente a la naturaleza universal del Buda. En este que es el nivel más profundo de la mente, nuestra existencia individual se expande sin límite para llegar a ser una con la vida del cosmos. A la luz del pensamiento budista, debemos considerar la consciencia amala como el “yo superior”, el cual es eterno e inmutable: Despertando y desarrollando esta consciencia pura y fundamental podemos resolver la incesante disputa entre el bien y el mal representados por la consciencia alaya y al mismo tiempo capacitar a nuestras otras consciencias para que funcionen en forma iluminada.

Nichiren Daishonin dio una expresión concreta a la consciencia amala – la realidad fundamental de la vida – en la frase Nam-miojo-rengue-kio, y le dio forma física a su iluminación con la vida cósmica original en el Gojonzon, el objeto de devoción, abriendo así un camino donde toda la gente pueda lograr la budeidad, manifestando el yo superior que está latente dentro de cada persona. Cuando veneramos el Gojonzon encontramos que brotan de nosotros la alegría y la determinación, enfrentándonos cara a cara con la realidad de que nuestra existencia coexiste con la vida eterna del universo. Cuando nos dedicamos y basamos nuestra vida en esta realidad – la consciencia amala – todas las otras ocho consciencias funcionan para expresar el poder y la infinita sabiduría de la naturaleza del Buda.

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Esto puede ser explicado en términos de lo que el budismo describe como las “cinco clases de sabiduría”. Cuando alcanzamos la consciencia amala, que corresponde a la “sabiduría de la naturaleza Dharma”, la octava consciencia (o consciencia alaya) se manifiesta en sí misma como el “gran espejo redondo de la sabiduría”, que percibe el mundo sin ninguna distorsión, exactamente de la misma forma en que un espejo perfecto refleja todas las imágenes con total veracidad. La consciencia mano – séptima consciencia – se manifiesta a sí misma como la “sabiduría indiscriminada” la cual percibe la naturaleza básica, común a todas las cosas sin ninguna discriminación entre ellas. La adquisición de esta sabiduría nos capacita para superar nuestro ferviente apego al ego. La sexta consciencia se manifiesta como la “sabiduría para penetrar en lo particular”; a través de ella somos capaces de distinguir los aspectos individuales de todos los fenómenos, de tal forma que podemos tomar el adecuado curso de acción en todas y cada una de las situaciones que se nos presenten. Finalmente, las cinco consciencias se expresan a sí mismas como la “sabiduría de la práctica perfecta”: juntas nos capacitan para desarrollar el poder para beneficiar a los demás tanto como a nosotros mismos.

La novena consciencia y la muerte

El concepto de las nueve consciencias analiza los varios estratos de la vida humana y como simultáneamente arroja luz sobre la totalidad de estos estratos, puede con certeza contribuir de alguna forma a la solución de los problemas que actualmente estamos enfrentando, especialmente en los campos de la medicina y la psiquiatría. En años recientes, la gente involucrada en la medicina para la cura de las enfermedades psicosomáticas ha incorporado en sus terapias ideas budistas o estrechamente relacionadas con el budismo. Por ejemplo, el Dr. O. Carl Simonton, radiólogo y oncólogo, utiliza una terapia que se asemeja al concepto budista de la compasión para ayudar a sus pacientes a superar el resentimiento y la mala voluntad. Primero, el Dr. Simonton hace que el paciente se forme una clara imagen mental de la persona hacia la cual siente ese profundo resentimiento; enseguida, le pide a su paciente que visualice a esa persona sucediéndole cosas buenas – por ejemplo, que se imagine a la persona objeto de su resentimiento recibiendo amor o atención o dinero o cualquier cosa que el paciente sienta que es lo que esa persona más quisiera. Con frecuencia, como resultado de esta técnica de visualización los pacientes pueden superar sus propios sentimientos negativos. Shakyamuni, en sus primero años de prédica, enseñó una técnica de meditación en la cual la persona primero generaba pensamientos de compasión hacia sus seres amados y luego extendía éstos a la gente que realmente le disgustaba. De esta forma la persona puede aprender a manejar su ira, una de las mayores fuentes de desilusión y de deseos mundanos.

Creo que, presentando un punto de vista integrado de la vida y la muerte atravesando el presente, pasado y futuro, el budismo tiene mucho que ofrecer al campo de la ética medica con respecto a tales problemas, en asuntos tales como el de informar a la gente que su enfermedad se encuentra en etapa terminal, en la eutanasia voluntaria, en el trasplante de órganos, en la fertilización in-vitro y en asuntos relacionados con la ingeniería genética.

Es en relación con esto que debemos hablar sobre las funciones de las nueve consciencias en términos del ciclo de nacimiento y muerte.

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La consciencia alaya a veces es llamada “la que no desaparece” debido a que las semillas kármicas acumuladas en ella no desaparecen en el momento de la muerte. Nuestra vida individual en la forma de estas ocho consciencias, continúa aún después de la muerte en el estado de ku o latencia, llevando con ella todo nuestro karma. Sin embargo, las primeras siete consciencias, todas las que funcionan activamente mientras estamos vivos, se retiran en el momento de la muerte a un estado latente dentro de la consciencia alaya. Podemos decir que todos los recuerdos, hábitos y karma acumulado en esta consciencia que se fueron registrando en cada momento de nuestra vida, conforman el yo individual o el marco de referencia de la existencia humana que pasa por el ciclo de muerte y renacimiento. Esta consciencia debe considerarse como el reino que entremezcla todas las causas y efectos que comprenden el destino individual de cada persona.

Mientras estamos vivos aquí en la tierra todas las primeras siete consciencias funcionan apoyadas por el tallo cerebral, el sistema límbico y las estructuras cerebrales superiores. En términos de neurofisiología podríamos quizá asociar la actividad consciente de la consciencia mano con el funcionamiento de lóbulo frontal de la corteza cerebral (o neocorteza). Si por cualquier razón se destruyera la corteza cerebral, perderíamos el medio para manifestar nuestra actividad mental consciente aunque el tallo cerebral fuera capaz de mantener la vida a un nivel mínimo. Una persona que ha perdido la función cerebral no tiene forma de expresar emociones a través de su cuerpo ni de su mente. Todas las emociones – alegría, tristeza, ira, etc. – se sumergen, retirándose del dominio del consciente para encontrar refugio en la inconsciencia. Una persona en estado de coma no puede expresar deseos o emociones, aún así las profundidades de su psique abrigan una gran diversidad de corrientes mentales. Aún cuando todas las funciones conscientes hayan sido interrumpidas, aún existe en las profundidades de la vida el impulso de seguir viviendo.

El budismo nos dice que, en el momento de la muerte, la vida sufre un cambio de estado manifiesto a estado latente, o del estado sensible al insensible. Existen tres etapas involucradas en este cambio. Primero, las funciones de las cinco consciencias se tornan latentes, pero la sexta consciencia continúa funcionando. En la segunda etapa la sexta consciencia se retira a la latencia, pero la consciencia mano se mantiene activa, manifestándose como un apasionado apego a la existencia temporal. En la tercera etapa la consciencia mano retrocede al estado latente dentro de la consciencia alaya. En los capítulos previos, cuando hablamos de la posesión mutua de los Diez Mundos (véase la página 125), vimos el concepto de tendencia básica de un ser, y este concepto es crucial si queremos entender la experiencia de la vida después de la muerte. Durante la transición a la muerte, de lo sensible a lo insensible, nuestra capacidad para responder a los estímulos externos se vuelve latente y nuestra vida queda fija en el estado que hayamos establecido como nuestra tendencia básica. Por lo tanto, conforme se aproxima la muerte, somos menos y menos capaces de utilizar los medios mundanos para cambiar nuestra condición: en este momento ni la riqueza, ni el poder, ni el estatus social, tampoco el amor de los demás pueden ayudarnos, y aún los grandes pensamientos y filosofías, si las comprendimos sólo superficialmente y fallamos en hacerlas parte de nuestra vida, mostrarán ser totalmente inútiles para nosotros al enfrentarnos a una muerte inminente.

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Conforme la vida pasa del estado manifiesto al estado latente, perdemos nuestro poder para influir en el medio ambiente o para ser influenciados por él y – así como el agua pasa del estado líquido al sólido – nuestra tendencia básica se “congela”.

Por ejemplo, la consciencia alaya de quienes hubieran establecido el estado de Infierno como su tendencia básica, se sumergirá en el momento de su muerte en el estado de Infierno inherente a la vida cósmica y ahí sufrirá futuras agonías. Una persona continuamente gobernada por los deseos en esta vida se sumergirá en el reino del estado de Hambre de la vida cósmica, para ahí atormentarse por todo tipo de frustraciones, y una persona inclinada hacia el estado de Animalidad, cuando su consciencia alaya se sumerja en la vida cósmica, experimentará un estado ininterrumpido de feroz Animalidad.

Por el contrario, una persona que ha creado en su vida en la tierra la tendencia básica bien sea de Tranquilidad o Éxtasis será capaz de superar el dolor físico de la muerte y experimentar un sentimiento de regocijo. La gente cuya tendencia básica sea el Aprendizaje o la Absorción disfrutará una profunda satisfacción espiritual y las personas en el estado de Bodisatva (aspiración a la iluminación) conservarán sus sentimientos de compasión y altruismo en la muerte como si aún estuvieran vivos y hasta podrían ver su propia muerte como una oportunidad para servir de inspiración o para beneficiar a otros. Finalmente, el Estado de Buda, es el manantial de sabiduría, valor y compasión, y una persona que hubiera establecido firmemente este estado de vida, puede someter el miedo a la muerte hasta el punto de ser capaz de utilizarse a sí mismo para dirigir a otros a la iluminación.

Sin embargo, el valor y la compasión del Bodisatva y del Estado de Buda no pueden fingirse. La muerte exhibe implacablemente la cobardía, aunque nosotros nos hayamos ingeniado totalmente para ocultarla durante toda la vida. Cuando vemos a la muerte directamente a los ojos, es demasiado tarde para arrepentirnos de las cosas que pudimos haber hecho o dejado de hacer. Por lo tanto es esencial que nos esforcemos por vivir cada momento de nuestra vida de la mejor forma posible.

El budismo habla de tres tipos de sufrimiento; sufrimiento físico, producto del dolor físico; sufrimiento mental, que nace de la destrucción o de tergiversar la felicidad; y sufrimiento fundamental (o existencial), el cual surge de la impermanencia de todos los fenómenos. El miedo a la muerte, problema que la religión inevitablemente debe atacar, es un ejemplo clásico de este tercer tipo de sufrimiento. El budismo está dirigido a liberar a la gente del miedo a la muerte guiándola a comprender la eternidad de la vida. Aquellos que han alcanzado el reino de la novena consciencia pueden enfrentar la muerte con un profundo sentido de alegría y satisfacción, habiendo comprendido la verdadera implicación del nacer y morir en términos del ámbito de la eternidad y por lo tanto con total confianza de su eventual renacimiento. A través de la práctica budista es posible lograr este tipo de actitud.

Las Nueve Consciencias y el Yo Humano

La palabra “yo” o “ser” con frecuencia es usada en un sentido negativo, implicando egoísmo o un comportamiento egocéntrico, pero este uso se refiere solamente a lo que en el budismo se conoce como el yo inferior.

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Existe además el yo superior – el verdadero ser. Este trasciende al yo inferior y se expande para hacerse uno con el gran océano de la vida cósmica. La totalidad de la filosofía budista se centra en la idea de salir de la prisión del yo inferior para alcanzar el infinitamente amplio yo superior o verdadero ser. La teoría de las nueve consciencias se desarrolló como un medio para ayudarnos a alcanzar esta meta.

Si hurgamos progresivamente a mayor profundidad en la mente, desde su superficie exterior hasta la psique interna, o desde lo consciente hasta los niveles más profundos del inconsciente, encontramos que el ser ocupa una cantidad progresivamente mayor de espacio de vida. Las primeras seis consciencias, las funciones de la vida diaria de la mente consciente, son aquellas que el ser experimenta solamente en los primeros seis de los Diez Mundos – un ser cuyo espacio subjetivo es tanto superficial como transitorio. En estos estados estamos completamente atrapados en reaccionar a los eventos de la vida diaria; cualquier alegría que podamos experimentar en ellos puede ser destruida fácilmente en una tormenta de impulsos instintivos, deseos, emociones y fuerzas kármicas.

El Dr. Paul D. Maclean, científico investigador del gobierno de los Estados Unidos y autoridad en el campo de la evolución cerebral y el comportamiento, ha rastreado los impulsos instintivos y las emociones hasta el funcionamiento del cerebro primitivo o paleocorteza, y el cerebro mamalio o arquicorteza. Él explica que la función de la neocorteza es ejercer el control sobre la profusión de estos impulsos instintivos. Yo creo que la práctica budista nos capacita para elevar estos impulsos y desarrollar el poder para alcanzar los mundos más elevados: Aprendizaje, Absorción (Realización), Bodisatva y Budeidad.

Las funciones de las primeras seis consciencias están confinadas dentro de los límites del yo inferior. En contraste, las funciones de la séptima consciencia, la consciencia mano, nos permiten elevarnos más allá de nuestras reacciones inmediatas a las cambiantes condiciones dentro de los Seis Senderos para ver las cosas objetivamente, descubriendo un nuevo estado de vida en el cual nuestro espacio subjetivo se amplía grandemente. Por lo tanto, puede decirse que las funciones de esta consciencia corresponden a las funciones de pensamiento de la gente que está en los estados de Aprendizaje y Absorción – incluyendo, por ejemplo, el tipo de pensamiento involucrado en el estudio de la creación abstracta y artística; y así estas funciones nos capacitan para trascender el reino de los pensamientos cotidianos y el relativo poder superficial de discernimiento de la sexta consciencia. Por toda la historia la mayoría de los estudiosos y los artistas han sido gente que ha experimentado el despertar de la consciencia mano: la inteligencia que genera ha sido la fuerza que los lleva a buscar el conocimiento sobre las leyes que rigen a la sociedad, la historia, el universo natural y los diferentes tipos de expresión artística. Sin embargo, el yo que emerge de la séptima consciencia y de los estados de Aprendizaje y Absorción aún no está libre de los impulsos ni de las catástrofes que gobiernan y rodean a una persona dominada por el ego – muy por el contrario; la gente en estos estados corre el riesgo de hacerse arrogante con respecto a sus logros, y fácilmente cae prisionero de la poderosa tendencia del apego al yo desarrollada por esta consciencia.

La octava consciencia, la consciencia alaya, es un verdadero remolino de karma, bueno y malo. De acuerdo con un sutra budista, “Nosotros los mortales comunes creamos impedimentos kármicos día y noche llegando a 800,004,000 pensamientos”: ya que no

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sólo nuestros pensamientos sino también nuestras palabras y deseos quedan registrados en este terreno, podemos ver que combina tanto lo bueno como lo malo o iluminación e ilusión – fuerzas opuestas trabadas en eterna lucha. Esta perpetua competencia no puede ser resuelta mediante los poderes de pensamiento que tienen las personas que viven en los mundos de Aprendizaje y Absorción. En este sentido, el terreno de los Diez Mundos que corresponde a la octava consciencia, es el de Bodisatva, quien combate la maldad que lleva dentro a través de sus esfuerzos para llevar a otros a la iluminación. En otras palabras, Bodisatva es el estado en el cual desarrollamos el poder de la compasión y formamos así el buen karma del altruismo, trabajamos para someter el karma negativo que ha sido gravado en el estrato interno de la vida – esto es, trabajamos hacia la auto reformación. Solamente en el estado de Bodisatva, en el cual rompemos los muros del egoísmo y dedicamos nuestra vida al beneficio de los demás, podemos tener un efecto significativo sobre la consciencia alaya. Aún así, la consciencia alaya nunca puede estar totalmente libre de falsas ilusiones: la pureza total sólo se encuentra en la novena consciencia, la consciencia amala.

Nichiren Daishonin inscribió el Gojonzon como la personificación de la consciencia amala, o la realidad última. En su escrito “El Verdadero Aspecto del Gojonzon”, establece:

Jamás busque este Gojonzon fuera de usted misma. El Gojonzon existe sólo en la carne mortal de nosotros, las personas comunes que abrazamos el Sutra del Loto e invocamos Nam-miojo-rengue-kio. El cuerpo es el palacio de la novena consciencia, la realidad invariable que reina sobre todas las funciones de la vida .

La consciencia amala, la realidad última, cuya existencia se encuentra en forma potencial dentro de todas las formas de vida, se manifiesta cuando creemos en el Gojonzon y nos dedicamos a cantar Nam-miojo-rengue-kio. El Gojonzon es el objeto de devoción que personifica la consciencia amala, y al abrazar el Gojonzon comprendemos esta realidad dentro de nosotros. Comprendiendo la fuerza vital de la consciencia amala somos libres de usar las funciones de las otras ocho consciencias para mejorar nuestra vida y la de los demás.

Cuando nuestra vida está enraizada en la consciencia amala, puede manifestar el poder para transformar totalmente el engranaje de las causas y los efectos que conforman la consciencia alaya; esto se debe a que está basada en la iluminación y no en las falsas ilusiones. Igualmente, no podemos ser arrastrados por las funciones de las primeras ocho consciencias. A modo de analogía, un pedazo de madera flotando en un río está a merced de la corriente y pronto será arrastrado, pero aún la más poderosa corriente no puede arrastrar una isla hecha de roca.

El Daishonin escribe: “Base su corazón en la novena consciencia y su práctica en la sexta consciencia.” Cuando anclamos nuestra existencia en nuestra fe en el Gojonzon y nos dedicamos a la práctica budista en nuestra vida diaria, podemos manifestar infinita sabiduría, poder y compasión y lograr una reforma interior fundamental. De esta forma, podemos establecer una base inamovible para la verdadera felicidad.

Jihi


(condensado por Eduardo Ciancaglini de http://www.cliptrax.nl/geshu/engnav.html)

Jihi significa solidaridad o empatía benevolente, la acción del Buda de salvar a las personas del sufrimiento y conducirlas a la felicidad. Literalmente, "ji" significa "confortar", mientras que "hi" es “erradicar la miseria o el sufrimiento”.

La esencia del jihi según el budismo es conducir a los demás al establecimiento de la condición de iluminación dentro de sus vidas, de manera tal que puedan desarrollar su poder inherente para vivir una vida plena. La solución fundamental del sufrimiento proviene del conocimiento de "cómo vivir" con sabiduría, convicción y coraje. Las personas enfrentan obstáculos cuando trabajan por un objetivo de elevado propósito, pero la constante lucha contra estos obstáculos desarrolla en nosotros una tremenda vitalidad.

Alentar a una persona a triunfar constituye un acto de jihi. En última instancia, las acciones de Nichiren Daishonin, que poseía las tres virtudes de soberano, maestro y padre, representan el más alto grado de jihi.

Una vez, el Pte. Ikeda enumeró los puntos esenciales del jihi:
Tener buena salud
Permanecer joven de espíritu a lo largo de toda la vida
Poseer dignidad y buena fortuna, las cuales son desarrolladas por el daimoku
Utilizar la sabiduría
Tener pasión
Aumentar la autoconfianza a través de tomar consciencia de la propia misión
Vencer: si no logramos vencer no podemos ayudar a otros a hacerlo

Todos estos aspectos configuran la naturaleza del hombre, cuya esencia es el jihi. Más aún, el jihi es el verdadero significado de Nam-myoho-renge-kyo, la Ley del Universo.

El jihi difiere del concepto cristiano del amor o la compasión. El amor se manifiesta como un acto de simpatía o gentileza, pero en el fondo representa una condición relativa basada en la emotividad humana, que es inestable y, por tanto, débil. El amor romántico, que fácilmente se puede transformar en odio o celos, es un buen ejemplo de la inconstancia de este sentimiento. El amor a la patria puede volverse odio hacia otras naciones. Hasta el amor de una madre por sus hijos es egoísta cuando se lo compara con el jihi, ya que a veces es fuente de competencia o comparación con niños de otras familias y sus padres.

Los sentimientos de simpatía o amor sólo pueden llegar al sufrimiento de la vida de otra persona cuando son respaldados por una fuerte decisión de cambiar la causa de sufrimiento: el karma individual. La fuente de renovación de esta determinación se encuentra en la práctica del Budismo. Con el objetivo de hacer lo mejor con nuestras vidas, generamos causas que perfeccionan y templan nuestro carácter. Ésta es la Revolución Humana o establecimiento de la felicidad absoluta.

Para vencer al sufrimiento, uno debe ser fuerte, por lo que el acto de jihi es, frecuentemente severo y a veces hasta doloroso. La vigorosa acción del shakubuku hace emerger la vitalidad necesaria para vencer cualquier dificultad personal. Alentamos a otros a que comiencen a practicar el Budismo por su propio beneficio, pero en realidad el hecho de asumir la responsabilidad por la vida de otros constituye el supremo beneficio en sí mismo de nuestra Revolución Humana.

Es sumamente difícil ejercer el jihi, pero aún en los comienzos de la práctica de cada uno, el coraje funciona como sustituto del jihi. El coraje de introducir a otros en la práctica del Budismo es el camino fundamental hacia el logro de su felicidad y de nuestra propia revolución humana.

¿Cuál es la diferencia entre la mera simpatía y el jihi? Las cualidades de la Budeidad que fortalecemos día a día a través de la invocación de Nam-myoho-renge-kyo son sabiduría, coraje y fuerza vital. De las tres, el jihi es la más frecuentemente malinterpretada.

Según la "definición de diccionario", la misericordia significa “virtud que nos hace sentir pena por los males ajenos”. Como Richard Causton explica en su libro "El Buda en la vida cotidiana", el concepto de jihi conlleva implícito la idea de un énfasis en la acción. El jihi no equivale a piedad, lástima o simpatía. No es que esté mal que experimentemos tales emociones, pero no son un requisito para ejercer nuestro jihi como budistas. Lo que cuenta es que removamos el sufrimiento y lo reemplacemos por felicidad, no importa cuáles sean nuestros sentimientos personales. Es aquí dónde yace la potencia del concepto.

La misericordia que revela el Budismo es completamente imparcial: se ejerce con absolutamente cualquier persona, incluso aquéllas que no nos gustan o que nos han hecho algún daño. Esto es más fácil de decir que de llevar a la práctica. A veces tenemos que tener coraje para decirle a otro algo que no quiere escuchar (por esto necesitamos fuerza vital y coraje). Debemos encontrar las palabras precisas, el tono de voz o, de lo contrario, sólo lograremos lastimarlo sin lograr nada (necesitamos tener sabiduría de Buda). Debemos también poseer la energía de continuar nuestra acción y de estar completamente seguros de que estamos motivados por el jihi y no por la ira, el resentimiento o la venganza o nuestro propio ego (nuestro verdadero corazón se manifestará, no importa cómo lo disfracemos). En otras palabras, necesitamos echar mano de cada precioso elemento de nuestro Verdadero Yo que está contenido en la Budeidad.

La prueba del éxito de nuestra acción es preguntarnos: "¿He logrado remover el sufrimiento de esta persona y preparado el camino de su felicidad fundamental?". Si la respuesta es afirmativa, he actuado con jihi. No importa cuan loables sean nuestras intenciones, lo que cuenta es el resultado. A veces se dice que "uno debe tratarse con misericordia a sí mismo antes que todo" como un paso previo hacia sentir verdadera misericordia hacia los demás. Frecuentemente somos muy duros con nosotros mismos y es necesario que comprendamos que esto nos condiciona bastante. Pero, así como puede ser un acto de jihi decirle a otro algo que no le gusta enfrentar, ser misericordioso con nosotros mismos también puede implicar elevar nuestros propias aspiraciones y metas y tomar la determinación de cambiar aquello que ha generado y genera sufrimiento en nuestras propias vidas.

Nichiren Daishonin enseñó que Nam-myoho-renge-kyo es la clave fundamental para el logro de una felicidad indestructible. A través de la práctica del Budismo que él enseñó, desarrollamos la capacidad de tomar cualquier cosa que nos suceda en la vida, sea bueno o malo, como la base de nuestra propia felicidad. Ésta es la razón por la cual el más elevado acto de misericordia budista es dar a las personas las herramientas para que puedan hacer lo mismo: es decir, hacerles conocer las enseñanzas de Nichiren Daishonin de manera que puedan manifestar su propia Budeidad y felicidad absoluta.

En el gongyo de la mañana y de la noche, recitamos “Mai ji sa ze nen. I ga ryo shujo. Toku nyu mujo do. Soku joju busshin.” (“En todo momento estoy pensando en cómo puedo hacer para que los seres vivientes ingresen en el camino supremo y adquieran rápidamente el cuerpo de un Buda”). Estas palabras expresan el profundo deseo que habita en el mismísimo corazón de todos los Budas. Cada vez que las repetimos, las grabamos en nuestros propios corazones y mentes. Ésta es nuestra promesa: manifestar misericordia, una promesa que nos hacemos tanto a nosotros mismos como a los demás. Nuestro desafío consiste en encontrar nuestra manera única y personal de llevaría a cabo.

La relación que existe en nuestra felicidad y la felicidad de los demás es un tema central de las enseñanzas de Nichiren Daishonin. De hecho, el poder manifestar el máximo potencial de nuestra práctica en nuestra vida cotidiana, es vital para lograr un balance entre las dos.

“Al invocar daimoku, nuestra voz penetra el universo entero; no existe mundo en las diez direcciones al que no pueda llegar”. (Gosho Zenshu p 808). “El daimoku que invocamos es el sonido de la esperanza y la fortaleza que resuena a través de todo el cosmos. Es también una expresión de sabiduría, porque eleva el corazón de las personas y lo llena de alegría” (SGI Newsletter no 152, p 226)

Sin embargo, para que nuestro daimoku contenga tal poder que pueda penetrar el universo entero, debemos desarrollar un fuerte sentido de jihi. La verdadera misericordia amplía nuestra perspectiva de la vida, hace emerger la sabiduría y el coraje, y nos posibilita manifestar nuestra Budeidad.

Comúnmente se cree que el amor es la más fuerte y positiva de las emociones humanas. Más aún, muchos lo consideran como el fin último de la vida, la fuerza a través de la cual podemos convertir nuestra felicidad y la de otros en fuente de alegría. Sin embargo, también es evidente que, en la sociedad moderna, el amor se ha convertido en algo cada vez más abstracto y conceptualizado. Para algunos, el amor es un deseo de dar y ayudar, mientras que para otros implica el deseo de tomar y explotar. Cuando el amor que se da no es retribuido, podemos experimentar una perturbadora amargura y celos. De esta manera, emociones que originalmente estaban fundadas en el amor, se convierten en odio.

“En nuestro mundo actual, no es poco frecuente encontrar que ya sea amor, ya sea egoísmo, ambos se esconden detrás de una máscara de amor. Tal vez, hoy en día, el dar amor como producto del sentimiento humano, está perdiéndose o siendo relegado a las actividades de beneficencia y caridad. Por supuesto, este no es un amor basado en emociones humanas sino “institucionalizado”. (Daisaku Ikeda, Choose Life, p 356)

Desde la perspectiva del budismo, el universo es una entidad viviente cuyas partes componentes son interdependientes. Por lo tanto, para nosotros, seres vivientes, es imposible experimentar alegría independientemente de nuestro medio ambiente, es decir, no podemos ser verdaderamente felices mientras otras personas sufren. Cuanto más nos esforzamos porque otros sean felices, basados en el espíritu del jihi- más felices nos volvemos.

El jihi de quienes han tomado el profundo compromiso de llevar a cabo su propia misión, y de quienes su fe proviene del sincero daimoku, se ve siempre renovado. Éste es uno de los significados de la palabra myo: revitalizar. Invocar daimoku nos permite revitalizar nuestra fuerza vital y nuestra sabiduría, y renovar nuestro compromiso respecto de nuestra felicidad y la de los demás.

En sus disertaciones acerca de los Capítulos Hoben y Juryo del Sutra del Loto, Daisaku Ikeda cita al segundo presidente de la Soka Gakkai, Josei Toda: “Sólo a través de creer sinceramente en el gran espíritu del jihi y el gran poder de la sabiduría del Buda Verdadero, es que nosotros -personas comunes seguidoras del Buda Original- podemos alcanzar la iluminación y convertirnos en Budas bajo nuestra forma actual. Definitivamente no existen otros Budas que éstos”. (SGI Newsletter No 152, p. 92)

Cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de nuestro propio karma, y por cierto que éste no puede ser modificado por el poder, el status o la riqueza. Nuestras vidas se hallan inextricablemente interconectadas y, debido a ello, nuestra Revolución Humana tendrá un profundo efecto en quienes nos rodean. •

LA BATALLA CONTRA LA ARROGANCIA



Miércoles, 17 de marzo de 1999

(A continuación se transcribe el discurso pronunciado por el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, durante una reunión de representantes en conmemoración del Día de la SGI, 26 de enero, realizada en Shinjuku, Tokio, el 27 de enero de 1999.)

Voy a referirme a una mujer común, que no tenía ninguna fama o prestigio singulares. El Daishonin tomó especialmente el pincel y le escribió la siguiente carta de aliento:

En este mundo turbulento [donde abundan las persecuciones], en este mundo que nos hace pensar en el viento que ulula y sacude las hierbas o en el rayo que pasma de terror a los hombres, es sorpren¬dente que usted haya mantenido la confianza en mí.

Se dice que si las raíces son profundas, las hojas no se marchitarán; si en el fondo de la ver¬tiente hay una piedra preciosa, el cauce jamás se secará. De la misma manera, su fe siempre es joven y resuelta, proba-blemente porque las raíces de su fe son profundas, y porque la joya de la convicción valerosa esplende en su corazón. ¡Qué admirable y digno de respeto!

Todos los que hoy están participando en esta reunión, conmemorativa del Día de la SGI, son personas unidas por lazos "kármicos" realmente profundos, dueñas de una misión sublime. Cité este fragmento de gosho como expresión de mi admiración y de mi agradecimiento más inmenso hacia el esfuerzo incesante de los grupos de capacitación pertenecien¬tes a la División de Damas –Kobai-kai, Tokiwa-kai y Ko-jo-no-tsuki—; a los representantes del cuerpo de intérpretes y traductores; a los representantes del Grupo de Enfermeros, Shirakaba-kai y Grupo Shirakaba, y de la División de Médicos.

La sencillez refrescante de la "Madre del pueblo" chino

Muy pronto, la editorial Ushio va a lanzar una nueva biografía de la "madre del pueblo" chino, la señora Deng Yingchao (1904-1992), esposa del primer ministro Zhou Enlai. [Estará en las librerías del Japón desde el 1 de febrero.] El libro se titula Tou Eicho—Tsuma toshite, Doshi toshite (Deng Yingchao—como esposa y camarada). El autor, Kazuteru Saionji, me envió un ejemplar recién salido de la imprenta, y me senté a leerlo apenas lo recibí. Es un libro impactante.

Me siento honrado de que, en su prólogo, haya mencionado mi encuentro con el primer ministro Zhou [acaecido el 5 de diciembre de 1974], y la plantación del Cerezo Zhou Enlai en la Universidad Soka. En ello, puedo ver una notable cuota de calidez y perspicacia.

El señor Saionji fue muy amigo del primer ministro Zhou y de la señora Deng. Hace más de cuarenta años, la pareja le había dado una grata bienvenida a su familia, emigrada a la China. En ese entonces, el señor Saionji cursaba los primeros años de la escuela secundaria. La primera vez que visitó la residencia del dignatario, una mujer de cabello corto le sirvió una taza de té. Supuso que debía ser la criada, hasta que apareció el primer ministro Zhou y se la presentó como su esposa. El señor Saioinji se quedó impresionado por la sencillez y el comportamiento discreto de la mujer. Vestida sin lujos ni afectación, estaba más allá de toda vanidad o altanería. A decir verdad, decía el autor, su aspecto era el mismo de cualquier señora china de mediana edad.

Esta era una de las cosas más grandiosas de la señora Deng. La verdadera personalidad siempre lleva consigo un aura refrescante.

Nadie es mejor que nadie. La gente arrogante que se cree especial ha perdido la integridad humana; van por la pendiente corrupta de la declinación.

Un líder tiene que ser humilde

Hubo algo que la señora Deng siguió proclamando con pasión inquebrantable, en los últimos años de su larga y heroica vida. Y fue que los líderes se ganaran legítimamente sus laureles. Aprovechaba cada oportunidad para enseñar con rigor, a los jóvenes líderes del futuro, el camino correcto del liderazgo. Permítanme compartir con ustedes algunas de sus palabras :

La contribución de un revolucionario debe ser ilimitada.
*
Deben ser modestos y humildes. Hagan bien su trabajo, sin impa-ciencia ni superioridad.
*
El deber de oponerse a los privilegios debe ser acometido por nuestros directivos. Para que eso suceda, es necesario tener espíritu revolucionario.
*
El pueblo es el protagonista; el pueblo es el maestro. Jamás tengamos hacia el pueblo el menor sentimiento de soberbia.
*
El punto de partida de nuestra contienda es relacionarnos con el pueblo, basarnos en el pueblo, unirnos con todo aquel con quien sea posible unir¬nos.

De esta forma, luchó tenazmente para evitar que los líderes fuesen vencidos por la jactancia y la altanería.

El orgullo y la arrogancia: dos enemigos gemelos

En el Budismo, los enemigos más grandes de una perso¬na son el orgullo y la arrogancia. Hoy, quisiera mencionar citas del Gosho para advertir sobre estos peligros.

Nichiren Daishonin dice sobre el mundo del Ultimo Día de la Ley: "Estamos viviendo en el Ultimo Día; la sabiduría de la gente es superficial, y su actitud está impregnada de orgullo". También dice que, en esta época, los pensamientos del pueblo están "colmados de envidia y celos".

Tal como enseña este pasaje, en el Ultimo Día en que vivimos, la sociedad humana es una ciénaga de orgullo y de envidia. No nos dejemos arrastrar por este torbellino fétido, que nos conducirá a la pérdida de la fe.

El Daishonin lo reiteró muchas veces. Por ejemplo, dijo: "En el camino hacia el logro de la Budeidad, [usted debe] invocar Nam-myoho-renge-kyo sin arrogancia ni apego a ideas distorsionadas".

Es importante que siempre mantengamos el espíritu de búsqueda hacia el Budismo, con el deseo de mejorar constante¬mente, para no arribar a callejones sin salida ni estancarnos en nuestra situación actual. También es absolutamente esencial que actuemos para combatir a las malas personas, motivadas por la envidia y la arrogancia.

Los que olvidan el "tesoro del corazón" más importante

En el pasado, desafortunadamente, hubo personas en nues¬tra organización que incurrieron en sentimientos de vanidad o de celos, por cosas como la capacidad intelectual, la posición organizativa, la profesión, la formación académica, el poder o la riqueza. Este descuido las llevó a perder la fe. También hubo traidores que no sólo abandonaron la fe, sino que busca¬ron activamente destruir el mundo puro de la SGI. Embriagados por la intrascendencia de los "tesoros del cuerpo" y los "tesoros del cofre", se olvidaron del "tesoro del corazón" más importante: la fe. Por eso, no pudieron respetar a los miem¬bros de fe pura ni continuar dentro de la SGI, un mundo inspi¬rado en la devoción seria y sincera de los creyentes, y dedi¬cado a propagar las enseñanzas del Daishonin. Es esencial que desenmascaremos a las personas así y no nos dejemos engañar.

La persecución originada por la arrogancia

El Sutra del Loto detalla claramente la clase de gente que persigue y oprime a sus practicantes. Me refiero a los "tres enemigos poderosos" , mencionados en el capítulo "El aliento a la devoción", y a las "cuatro clases de creyentes arrogantes", citados en el capítulo "El bodhisattva Jamás Despreciar". Todos ellos tienen algo en común, y es su sober¬bia.

En la raíz de los actos de persecución que estas personas cometen, invaria-blemente anida la arrogancia. El sutra dice que "creerán haber logrado lo que en realidad no poseen". En otras palabras, creen equivocadamente que ya han llegado al nivel más alto de iluminación. También nota que "se conducirán con soberbia y con jactancia".

El tercero de los enemigos poderosos corresponde a los "falsos venerables": personas que se postulan como modelos de virtud, pero en realidad no tienen ninguna virtud encomiable. Desprecian al pueblo y albergan animosidad hacia los devotos del Sutra del Loto, que luchan en defensa de la gente. Viven a merced de su propia soberbia. Y también es la soberbia lo que convierte a las personas que se alejan de la fe en destructo¬res de la fe.

El corazón de los falsos venerables es muy ruin; sin embargo, fingen ser personas de integridad intachable. No hacen el gongyo seriamente, pero fingen tener fe. No ponen en práctica las enseñanzas del Daishonin, pero ordenan a los demás que lo hagan. No tienen capacidad, pero se aprove¬chan de su cargo para pavonearse y darse aires de importancia. Lo único que les importa es quedar bien; no tienen respeto alguno por los demás.

En síntesis, la soberbia deforma y paraliza el corazón de las personas arro-gantes, incapaces de mirarse a sí mismos con honestidad o de reflexionar sobre su conducta. Son una verda¬dera vergüenza.

El desprecio a los demás

El Sutra del Loto menciona otra característica de los falsos santos: "despreciarán a todos los hombres con franco desdén". En otras palabras, la gente les inspira desprecio. La causa de este menoscabo está en la negrura de su propio corazón. Como son tan feos por dentro, no pueden respetar a los demás. En consecuencia, aunque de su boca salgan palabras impactantes, íntimamente no creen en que todas las personas puedan lograr la iluminación, como enseña el Sutra del Loto. Si así son las cosas, ¿cómo van a comprender el corazón sincero de los que se esfuerzan por propagar el Budismo de Nichiren Daishonin, en su propio bien y en bien de los demás? Lo único en lo que creen estos individuos arrogantes es en la fama y en la riqueza. Para ellos, la religión y la gente son simples instrumentos. El Sutra del Loto advierte sobre los falsos santos, cuando dice:

Ávidos de provecho y de respaldo,
predicarán la Ley a laicos de túnicas blancas
y serán respetados y venerados por el mundo,
como si fueran arhats
dueños de los seis poderes trascendentales.


Mentir, para ocultar los defectos

Otra característica de los arrogantes es su predilección por la mentira. En el "Ongi Kuden" (Registro de las enseñanzas transmitidas oralmente), el Daishonin cita las palabras del gran maestro Miao-lo: "La arrogancia se define por la tenden¬cia a ocultar los defectos y a jactarse de las virtudes". La gente consumida por el orgullo no tiene escrúpulos a la hora de ocultar sus falencias y de publicitar virtudes que, en realidad, no posee. Estas personas son vanidosas e hipócritas. Lo que es más, ni siquiera se avergüenzan de su engaño; no tienen el menor remordimiento o cargo de conciencia.

Expertos en tergiversar la verdad

Las personas soberbias también son muy hábiles para distorsionar la verdad; vacían su propia basura en la puerta de los devotos del Sutra del Loto. Por ejemplo, los falsos sacerdotes se aprovechan de la religión; ambicionan dinero y prestigio personal. En lugar de reflexionar sobre su propia mezquindad, critican las actividades de los practicantes de la Ley y los acusan de estar "motivados en un deseo de fama y de riqueza", es decir, lo mismo de lo que ellos son culpables. Repiten sus calumnias maliciosas a todo el mundo, inclusive a los funcionarios y autoridades del gobierno. Incapaces de mirar con rigor su propia naturaleza retorcida, atacan a los demás. Incapaces de destruir el mal de su propio corazón, lo que buscan es destruir a sus semejantes. Así actúa la gente arrogante.

Es absolutamente esencial que pongamos límite rotundo a estas funciones demoníacas. Luchemos contra ellas con energía, y venzamos. Si cedemos un poquito, se desmoronará el cimiento del kosen-rufu. Y si eso sucede, el futuro de la humanidad perderá su única esperanza brillante. Debemos combatir el mal hasta su raíz. Así es el Budismo y así es la fe. Uno podrá asegurar el desarrollo eterno del movimiento por el kosen-rufu sólo cuando practique el Budismo con la determinación de librar una contienda terminante contra el mal.

El deseo de superioridad absoluta

Desde el punto de vista de los Diez Estados, el estado de vida de una persona arrogante corresponde a la Ira [tipifica¬da, en la figura de los asura, demonios pendencieros de la mitología india]. Las personas arrogantes viven motivadas por el deseo de superar a los demás. Tienen el deseo perverso de ser mejores que cualquiera, a toda costa, y se sienten supe¬riores a todos.

Con respecto al estado de Ira, el gran maestro T'ien-t'ai escribió en el Maka shikan (Gran concentración e introspec¬ción):

Ya que la mente de la persona en estado de Ira desea, en todo momento, ser superior a los demás, y no puede soportar ser inferior a nadie, menosprecia y rebaja a los otros mientras se elogia a sí mismo, tal como un milano sube a las alturas y desde allí cree ser más grande que el resto de las cosas. Exteriormente, la gente así muestra benevolencia, rectitud, disciplina, sabiduría y fe, y cultiva una disposición hacia el pequeño bien. Todo esto mientras pone en práctica la forma de ser de asura.

Las personas arrogantes viven controladas por el deseo de medirse con los demás y salir vencedoras en la pugna. No pueden emprender la contienda espiritual de triunfar sobre sí mismos, y sobre sus propias miserias. Por eso, su condición de vida no experimenta ninguna mejoría. Cuanto más conspiran y traman para eclipsar a los demás, más desciende cuesta abajo su propio estado de vida.

Las personas arrogantes siempre andan muy ocupadas con sus dudosos planes; tienen mucho que hacer, como por ejemplo, contar las mentiras más inconcebibles, pregonar a cuatro vientos sus supuestas virtudes, orquestar maniobras para perseguir a los que propagan el Sutra del Loto, etcétera, etcétera... Todas estas actividades les insumen muchísima energía. Pero, finalmente, sus esfuerzos no les sirven de nada. Estas personas no consiguen transformar su estado de vida, lastiman a los demás y caen derecho en el estado de Infierno. Y junto con ellos, caen también todos los que los han seguido en sus conspiraciones y mentiras.

Por favor, jamás nos dejemos engañar por la gente así. No nos dejemos em-baucar.

El miedo a ser desenmascarados

Otro rasgo natural de los arrogantes es la cobardía. Como viven inflados de orgullo, creen ser grandiosos. Se dice que los asuras medían ochenta y cuatro mil yojanas de altura; las aguas de los cuatro grandes océanos no les llegaban si¬quiera a las rodillas.

Sin embargo, en el Gosho vemos un asura que, enfrentado a la posibilidad de luchar contra un oponente superior –el gran Taishaku, una de las deidades tutelares del Budismo—, se encoge hasta adquirir un tamaño diminuto. Tan pequeño, que puede ocultarse en una flor de loto que hay en un estanque cercano. Ese yo insignificante es la realidad de todos los asuras. El Daishonin declaró que las personas arrogantes siempre tiemblan cuando están frente a un enemigo poderoso.

[Nichiren Daishonin escribió: "El hombre arrogante se deja invadir por el pánico cuando encuentra un enemigo poderoso, tal como el asura presuntuoso, que se encogió hasta esconderse en un loto que florecía en el lago Munetchi, cuando Taishaku lo amonestó.]

Cuando un auténtico devoto del Sutra del Loto aparece en escena, los arrogantes sienten temor de quedar en evidencia, de ser desenmascarados. Los aterroriza pensar que pueda caer su elaborada máscara de santidad, integridad y devoción piado¬sa a la fe. Por eso dirigen toda su hostilidad al devoto del Sutra del Loto y buscan destruirlo.

El mal está destinado a caer

El mundo de hoy abunda en personas así. Pero, finalmente, la justicia triunfa sin falta. Nichiren Daishonin lo dice con claridad: "Los regentes y las personas que despreciaron a los devotos del Sutra del Loto, al principio, parecieron estar libres de retribución negativa. Pero, con el tiempo, todos se vieron condenados a caer". El Daishonin está declarando que las personas arrogantes, de corazón perverso, que desprecian a los creyentes y buscan destruir el kosen-rufu, sin falta caerán en la ruina. Es más, estas palabras revelan toda su veracidad cuando examinamos lo que les sucedió a las personas que intentaron destruir la SGI.

La justicia y la verdad triunfan sólo cuando uno tiene el corazón de un león rey. Sólo pueden lograr la iluminación las personas que luchan con el corazón de un león rey. Los que no lo hagan, aunque tengan mucho tiempo de práctica, verán que la iluminación se les escapa. Nichiren Daishonin declara que las personas que realmente logran manifestar su Budeidad son "más pocas que el número de granos de arena que uno puede capturar sobre las uñas".

Una fuente de optimismo inquebrantable

Volvamos a la biografía del señor Saionji sobre la señora Deng Yingchao. Quisiera contarles una anécdota que aparece en sus páginas.

Cuando Zhou Enlai era joven, le dijo a Deng Yingchao, a quien todos conocían, en aquel entonces, como la "camarada Xiaochao" (La Pequeña Chao): "Todos quieren saber cómo haces para estar siempre radiante y alegre, en cualquier ocasión. No saben cuál es tu secreto".

Deng Yingchao respondió jubilosamente: "Verás; soy opti¬mista de corazón. Sé que si caemos en la melancolía, contagia¬remos ese sentimiento a los demás. Son épocas muy difíciles, así que creo que nuestra misma actitud debe enseñar al pueblo que la revolución nos llevará hacia un futuro brillante. Quiero que todos tengan convicción en nuestra victoria".

Zhou Enlai y Deng Yingchao siempre pensaban en el bienes¬tar de todos. Siempre lucharon por inspirar y alentar a los demás.

Construir en esta vida la base de la felicidad eterna

El lema de esta pareja altruista era "Allí donde esté, aunque sea como soldado raso, daré lo mejor de mí". Oro para que todos ustedes mantengan este noble espíritu en su comuni¬dad. Espero que trabajen con alegría y vitalidad, para asegu¬rar la victoria de sus compañeros de fe.

Por favor, consoliden un estado de vida muy elevado en esta existencia, para disfrutar, eternamente, el camino de las cuatro virtudes: eternidad, felicidad, ver-dadero yo y pureza.

Una vez que logren manifestar la Budeidad, podrán, en existencia tras exis-tencia, renacer libremente, donde quieran, y allí cumplir la misión que su corazón haya escogido. Quiero dar por terminadas mis palabras con esta proclamación absolu¬ta.

Les agradezco que hayan venido hasta aquí desde lejos, con el frío que hace, para participar en la reunión de hoy.


(publicado el 30 de enero de 1999 en el Seikyo Shimbun, diario de la Soka Gakkai.)

La Unidad de la Vida y su Medio Ambiente (Esho Funi)


La mayoría de las tradiciones religiosas occidentales, sostienen que la vida es el producto de un supremo creador, ubicado en su medio ambiente como parte de un gran plan. La ciencia sugiere que la vida brota de medios ambientes inanimados que es simplemente un fenómeno de muy alta complejidad.

La visión budista de la relación entre la vida y su medio ambiente, entre la gente y su entorno, es muy simple pero profunda en sus implicancias. Explica que la vida emerge naturalmente dondequiera que las causas y condiciones sean adecuadas para que lo haga. El lugar donde la vida emerge y existe, es llamado medio ambiente. Medio ambiente significa entorno, y lo que rodea es la vida. Para los seres humanos, el medio ambiente incluye nuestra familia, comunidad y centro de trabajo, así como el paisaje en el que vivimos y todas las formas de vida que la colman. La vida no puede existir separada de su medio ambiente, y la vida, a su vez, influye profundamente en su medio ambiente.

En el amanecer de la vida sobre la Tierra, los océanos rebosaban de organismos unicelulares. Algunos de estos comenzaron a absorber el dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y, a su vez, despedían oxígeno. Gradualmente, estos organismos simples evolucionaron como vida vegetal, produciendo más y más oxígeno. Lentamente, una atmósfera que contenía poco oxígeno se transformó en una rica en este, mientras evolucionaban nuevas formas de vida que respiraban oxígeno. Algo de ese oxígeno se transformó en ozono (O3), creando una capa en la atmósfera que bloqueaba la dañina radiación del sol, enfriando la tierra los océanos y protegiendo la vida. Bajo esta protección, la vida floreció y evolucionó. La vida transformó así el medio ambiente, haciéndolo más conveniente para más formas de vida.

Los seres humanos están inmersos en un medio ambiente rico con miríadas de formas de vida vegetal y animal, separados del cual no podemos sobrevivir. Debido a que dependemos del agua, el aire, la vida vegetal y animal que nos rodea, nuestro medio ambiente merece, verdaderamente, el nombre de madre naturaleza porque da vida y nutre a los seres humanos. Además, nuestros cuerpos mismos están compuestos de los mismos elementos que se encuentran en nuestro medio ambiente el componente líquido de nuestro cuerpo, por ejemplo, es similar a la composición del agua de mar.

Que dependamos de nuestro medio ambiente y nos parezcamos mucho a él, hace del principio budista de la unidad de la vida y su medio ambiente una cuestión de sentido común. Pero la visión budista va más allá de una simple conexión técnica; ella reconoce un hilo que vincula a las entidades vivientes con su medio ambiente. Este hilo es el verdadero aspecto de todos los fenómenos, la Ley Mística, que puede ser entendida como la vida misma del universo en sí.

Mientras la ciencia reconoce que la vida surge del medio ambiente y es una extensión de este, el Budismo vierte luz sobre el por qué es esto así. Se debe a que el medio ambiente mismo está vivo porque el universo rebosa del potencial de la vida.

La unidad a la que nos hemos estado refiriendo deriva del término chino que literalmente significa dos pero no dos. En un nivel, la persona y su medio ambiente son entidades distintas y separadas. Naturalmente, es importante reconocer y apreciar esta distinción. No obstante, vistos desde la perspectiva de la entidad esencial, o lo que el Sutra del Loto refiere como el verdadero aspecto de todos los fenómenos, son uno y lo mismo.

Nichiren Daishonin dice: Significa que todos los seres y su ambiente, en cualquiera de los Diez Estados, desde el inferior que es el de Infierno hasta el superior que es el de la Budeidad, son manifestaciones de Myoho-renge-kyo, sin excepción. Allí donde hay un ambiente, necesariamente debe haber un sujeto que corresponda a él. Miao-lo señala: Tanto la vida (shoho) como su ambiente (eho) siempre manifiestan Myoho-renge-kyo (Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 89). Él compara Myoho-renge-kyo con la verdadera entidad o el verdadero aspecto de todos los fenómenos. El Daishonin también escribe, El ambiente es como la sombra, y la vida, como el cuerpo. Sin el cuerpo, no puede existir la sombra, y sin la vida, no hay ambiente. De la misma manera, la vida es formada por su ambiente (The Writings of Nichiren Daishonin, pág. 644). La frase traducida aquí como formada por también puede ser interpretada como creada por o apoyada por.

Cuando la vida interior de la persona está descaminada o desbalanceada, el ambiente la sociedad humana, el ecosistema, los océanos, la atmósfera y la geografía es influenciada negativamente.

Es importante comprender que esta no es una relación estática. La conexión entre nosotros y nuestro ambiente es dinámico, vivo. Constantemente estamos ejerciendo una influencia en nuestro ambiente, y nuestro ambiente está influenciando en nosotros. Lo que nos debe preocupar es si estamos ejerciendo una influencia positiva y valiosa sobre nuestro ambiente, y si estamos respondiendo a las influencias de nuestro ambiente de manera positiva y valiosa.

Si no nos gusta lo que vemos en nuestro ambiente, podemos esforzarnos por mejorarlo. Y para hacerlo, el principio de la unidad con nuestro ambiente sugiere que, simultáneamente, debemos esforzarnos por mejorar nosotros mismos.

Hoy, nuestro mundo está al borde de una crisis ambiental. Los malos hábitos de la humanidad han estado causando y acumulando efectos negativos ambientales y globales que están comenzando a degradar el bienestar de la humanidad. El peligroso agotamiento de la capa de ozono protectora de la Tierra y el calentamiento causado por la quema de combustible fósil son sólo dos ejemplos publicitados. Además, unas 500.000 especies están comenzando a extinguirse cada año, muchas por causas directamente vinculadas a la influencia humana. De acuerdo con el principio de la unidad de la vida y el medio ambiente, un medio ambiente sucio es el producto de corazones y mentes contaminados. Este, a su vez, funciona para contaminar los cuerpos, corazones y mentes de quienes viven en él. La progresiva destrucción de la naturaleza, a esta luz, es claramente una señal de la ignorancia de las personas respecto a la verdadera naturaleza de la vida.

En nuestro estudio del Budismo, a menudo utilizamos el término condición de vida para describir nuestro estado mental o emocional interior. La condición de vida, sin embargo, se refiere en realidad al cuadro completo de nuestras circunstancias interna y externa. No sólo significa nuestra apariencia, estructura mental, corazón y espíritu; también incluye el medio ambiente la armonía del escenario familiar, el ambiente laboral, el rol en la comunidad, la prosperidad, etc. Todas estas cosas caracterizan nuestra vida y nuestro medio ambiente.

Cuando nos vemos a nosotros mismos y a nuestro medio ambiente como esencialmente uno, vemos el valor de cultivar y enriquecer nuestra humanidad interior mientras nos esforzamos por mejorar nuestras circunstancias externas.

El atender exclusivamente ya sea lo interior o lo exterior nos tendrá andando en círculos. El propósito de la pràctica del Budismo Verdadero de Nichiren Daishonin, mov es hacer posible una transformación positiva en la vida de los individuos, quienes, a su vez, actuarán con sabiduría para ejercer una influencia positiva en su medio ambiente. Como dice el prefacio de la novela La revolución humana, La transformación dentro de cada individuo puede no sólo modificar su propio karma sino también el de toda una nación y, más aún, el de toda la humanidad. La comprensión de este principio se expresa mejor, tal vez, en nuestra determinación de mejorar siempre, esforzándonos positivamente por el bienestar de los demás y el mejoramiento de nuestro medio ambiente.

Una simple vida, es más digna que el universo. Usted tiene todavía muchos años por delante; más aún, ha encontrado el Sutra del Loto. Si vive, siguiera un día más, podrá acumular mucha mayor, buena fortuna. ¡Qué valiosa, es la vida! .
(La Propagación de la Vida: Nichiren Daishonin. Gosho Zenchu, Pág. 986).

La Transformación del Karma


Sobre la Prolongación de la Vida
(Gosho Zenshu, pág. 985. Los principales escritos de Nichiren Daishonin, vol. 1, pág. 233).

Este gosho es justamente donde Nichiren Daishonin expone el principio de transformar el karma negativo. La conclusión, en primer lugar, es que la persona que practica el Sutra del Loto (Gohonzon) puede, a través de una reflexión y de un arrepentimiento sinceros, transformar incluso el karma inmutable. A este principio también se lo conoce como "disminuir la retribución kármica" (tenju kyoju).

Esta señora, como ya vimos, estaba muy enferma, y era tan abnegada, que sin darse cuenta no estaba valorando su propia vida, por poner siempre primero a los demás. De todos los sufrimientos, el de la enfermedad es especialmente intenso, porque además del dolor y de la debilidad física y mental, nos acerca el riesgo de morir. En especial, cuando una mujer está enferma, todos sus seres queridos sufren, porque dependen de ella para la vida cotidiana. Toki Jonin estaba muy afligido porque acababa de perder a su madre y no quería perder a su querida esposa. Shijo Kingo estaba preocupado porque sabía la gravedad de la enfermedad y veía que la señora no le daba verdadera importancia. El Daishonin estaba prácticamente desesperado por hacerle entender a esta señora que dejara de sufrir y transformara su enfermedad. La valoraba y la apreciaba inmensamente, y utilizaba todos sus recursos para que esta señora no aceptara la enfermedad como un "destino inmutable" y se desafiará por su transformación.

Y encima de todo, la pobre mujer también sufría, porque su estado de vida era de total abatimiento y resignación. La misericordia que existe entre compañeros de fe es impresionante, este espíritu de cuidar a cada valor humano e invocar y dialogar para que cada compañero de fe, se recupere es el espíritu de un budista; exactamente como enseñó el Daishonin.

Para que Myojo comprenda, le cuenta varios casos: el de su propia madre; el del hermano de Tien-tai, que se llamaba Chen Chen; el de Ajatashatru y el del bodhisattva Fukyo. Todos fueron personas que, en determinado momento, parecían condenadas por su destino a sufrir una muerte inevitable, y a través de abrazar la enseñanza correcta de la Ley Mística, prolongaron su vida.

Cuando uno ha hecho una causa, sin falta el efecto se va a tener que manifestar. No hay que pensar que el Gohonzon es un "Liquida Papel" del karma, porque eso sería totalmente irresponsable y contrario a la razón. No es cuestión de creer que el Gohonzon es un salvoconducto para actuar mal sin pagar las consecuencias. Al revés, la autodisciplina es uno de los atributos de la fe firme. Por eso la persona de fe firme puede medir más que ninguna otra el alcance de sus actos y desplegar una consideración extrema, previendo lo que antes ni siquiera notaba.

Pero es cierto que, para la persona que practica la enseñanza de la Ley Mística, la manifestación de los efectos kármicos se "atenúa" o "disminuye". Algo que podría ser causa de muerte se supera y se transforma, como si fuera una retribución leve. Tomemos por ejemplo la enfermedad Terminal de Nanjo Tokimitsu a los 22 años. Esa misma enfermedad, si le hubiera afectado a una edad más avanzada, quizá le habría costado la vida. Pero se manifestó cuando Nanjo era joven y fuerte, y pudo revertirla y vivir 50 años más con salud robusta. Hay otro ejemplo que puede servir. Supongamos que un karma negativo es una deuda de dos mil pesos. Esa deuda hay que pagarla sí o sí. La persona que gana diez mil pesos por mes puede saldarla sin problemas. Pero la que gana doscientos pesos por mes tendrá que sufrir una agonía hasta poder pagarla totalmente. Los intereses se multiplican y se suman al total, y la persona siente que nunca está "liberada" de lo que debe. Con el karma es lo mismo. Cuando tenemos fe y una práctica abundante, es como si "ganáramos mucho" y pudiéramos pagar las cuotas sin desfallecer en el intento. Además, por el mérito de nuestra dedicación altruista, nos dan una "moratoria" con quita de intereses.

La mayoría de las personas "repiten el karma" porque hay un círculo vicioso entre el karma negativo, el sufrimiento y los estados bajos, que se reproducen a sí mismos, así como los intereses se suman a la deuda y la persona termina debiendo cada vez más plata, aunque pague las cuotas. En un estado de vida elevado, uno "multiplica sus ingresos" y salda la deuda enseguida. Es decir, "corta las cadenas del karma".
En el caso de un creyente, si se manifiesta una enfermedad, sucederá en un momento en que podrá disponer de atención médica, encontrar al profesional adecuado, etc. Cuando uno se basa en la Ley Mística, uno es maestro de su karma, en lugar de ser víctima.

"Hay métodos para transformar la energía "kármica" de nuestra vida, de negativa en positiva, mediante la acumulación de buenas causas" (Esto sería, por ejemplo, aplicar mandamientos o controlar la conducta con preceptos o esfuerzos.) "Pero, en realidad, estos métodos no son prácticos, porque tarde o temprano estamos sujetos a hacer algo que borra las buenas causas acumuladas, así como al apilar piedras uno llega a determinada altura y luego todo lo que uno ha trabajado por acumular se desmorona. Esto es especialmente cierto en una época como la nuestra, cuando la corriente profunda de la sociedad se agita con una energía muy negativa.

"En cambio, el Sutra del Loto enseña a activar la novena conciencia, que yace en lo más recóndito de nuestro ser y es una dimensión libre de impurezas, para poder convertir de inmediato la energía "kármica" positiva y negativa en una energía "de supremo bien". La novena conciencia es la vida universal que yace por debajo de la octava conciencia y de todas las demás facetas de nuestro ser".

Las enseñanzas convencionales les negaban a las mujeres y a las malas personas la posibilidad de lograr la iluminación. El Sutra del Loto, en cambio, dice que aun estas personas logran revertir el karma inmutable, gracias a la fe en sus enseñanzas. Este es el "gran secreto" al que alude el gosho. Justamente, Ajatashatru es un ejemplo de "mala persona" que, a través de la fe en la Ley Mística, revierte un karma espeluznante y transforma la enfermedad.

Es un discípulo de Shakyamuni que se llamaba Angulimala. Era un criminal como esos que hoy uno lee en el diario y le da miedo salir a la calle, un asesino múltiple y sádico, de perversidad extrema. El sujeto éste andaba por la calle con un collar hecho con los dedos que les cortaba a sus víctimas. La cuestión es que un día se encuentra con Shakyamuni y éste le dice, con sincera aceptación: "Únete a nosotros". Y Angulimala se conmueve y decide empezar a practicar. Claro, el karma que había acumulado era tan grave, que estaba destinado a manifestarse en existencias futuras, pero por el beneficio de la práctica, comienza a aflorar en esa misma existencia, al poco tiempo de convertirse. Así que Angulimala se esforzaba y se esforzaba, pero le pasan cosas cada vez peores, y la gente lo apedrea y le tira excrementos y le destroza la ropa, lo odia por su pasado. Shakyamuni quería que Angulimala resistiera y no se dejara desalentar por la "inundación" de efectos negativos. Y le dice, cálidamente: "¡Persevera! Tienes que soportar esta adversidad con fortaleza. Ahora estás recibiendo los efectos de un karma negativo que, de otro modo, te obligaría a sufrir durante cientos y miles de años, en el estado de Infierno".

La mayoría de las personas, cuando recibimos efectos negativos en esta existencia, nos quejamos, sin comprender que son una oportunidad para propagar y liberarnos rápidamente de los sufrimientos. Enseguida decimos: "No entiendo, desde que dupliqué mi daimoku, me está pasando de todo. Voy a dejar de practicar".

Myojo, en cambio, era tan pura que no cuestionaba nada. Pero sin darse cuenta, se resignaba a la derrota. Y con la misma misericordia que Shakyamuni, con el mismo amor por sus discípulos, el Daishonin le envía este gosho estricto que es como un "grito" para despertarla de su resignación.

Es imprescindible, eliminar todas las faltas Kàrmicas de las existencias pasadas, que causan todas los infortunios; y, construir sólidamente la Causa Mística, y su efectos positivos , para la felicidad, que es inmutable durante estas y las futuras generaciones.

Monday, April 6, 2009

Outflows


"There are many kinds of outflows. Anger is an outflow, and so is greed. To be stupid is also to have outflows. Having a temper, one has outflows; and if one is a glutton, one has another kind of outflow. Greed for wealth is an outflow. as is greed for forms. Anything which is not proper that you like out of habit is called an outflow.

"Outflows are the root of birth and death. Why can't you end birth and death? Because you have outflows. To be without outflows is to be like a bottle that does not leak--one has to be devoid of all bad habits and faults... Then you are not greedy for wealth or sex or fame or profit. You are not greedy for food or sleep. When you are not greedy for anything, you have penetrated to the state of no outflows.

"Having no outflows is true comfort. When you reach the state of no outflows, then you are genuinely there--you have not run away. You do not run to and from as if engaged in guerrilla warfare. Right now, in a state of outflows, your false thinking is like guerrilla troops. If it isn't going this direction, it is headed in that direction. One knows not how far you might go! The question always hangs in the air:

Will the hero be victorious or defeated?

Tune in for the next episode.

If you have no outflows, then your basic nature of true suchness is there--self-present. If you have outflows, then the truth runs away. What is the truth in people? It is the most valuable thing within your possession. If you let that most valuable thing flow away, if you lose it then you turn into something completely worthless. What is this most valuable thing? It is the collateral for becoming a Buddha, the foundation of becoming a Buddha. If you lose this most valuable thing, then you'll never be able to end birth and death. If you ask how you can stay around and be of worth, how you can be a jewel more valuable than a diamond, you must be without outflows. You have to cut off desire and get rid of emotional love. Although this topic looks really simple, if you have outflows, then what you have that is true has left you and run away." (SM IV 44-45)

"What are outflows? They're just people's bad habits and faults that they've amassed from beginningless time, life after life. That is what is meant by 'all outflows'.

"If you like to drink wine, that's a wine outflow. If you smoke dope, then you have an outflow of smoking dope. People who are greedy for wealth have the outflow of wealth. And those who are greedy for beautiful form have the outflow of beautiful form. Outflows are insatiable. For example, eating is an outflow and wearing clothes is an outflow. When you like to sleep, that's an outflow. Any state that you go along with and end up getting afflicted by is an outflow. If you have thoughts of desire, then you will have a lot of outflows. Outflows are just all our various bad habits and faults. This includes continually breaking the rules and doing things that are not in accord with the Dharma. That's what is meant by outflows.

"Some people hear this explanation of Dharma and give rise to false thinking. What kind of false thinking? They are opposed to what has just been expressed. They think, 'You say that eating is an outflow, and that wearing clothes is an outflow, and that sleeping is an outflow. then tell me, what isn't an outflow? Eating is an outflow, but everybody has to eat. Nobody can go without eating. How can we eliminate that outflow? Nobody can go without wearing clothes, so, how can we get rid of that outflow. Nobody can go without sleep. How can we dispense with that outflow. If all those things are outflows, then how can anyone be without outflows? If one doesn't eat, one dies. If one doesn't wear clothes, one won't get away with it. If one doesn't sleep, one will soon find it's just as important as eating and wearing clothes. If the outflows we must get rid of are those essential parts of our life, then I definitely object!'

"I agree. There isn't anyone who doesn't need to eat, sleep, and wear clothes! Outflows means overindulgence in these things. For instance, if when you eat, you just eat your fill, then that's okay. You shouldn't pay attention to whether the food is good or bad. The important thing is not to have a lot of false thinking about what you eat, and then you won't have any outflows.

"If, on the other hand, you eat something and then give rise to a lot of false thinking, then you will have an outflow. You think, 'I wonder if what I ate today had any food value. I don't know if I've had enough nourishment or not. Will the things that I've eaten help out my body or not?' On the one hand you eat, and on the other hand you have so much false thinking about it that even if you did eat something nourishing, you'd waste it all by false thinking. You may have put the food in your stomach, but it all flows back out in your false thinking. If, when you eat, you stop when you're full and you don't have any false thinking about whether the food is good or bad, then you're a person of the Way without any thoughts. 'No thoughts' means that you eat and don't have any false thinking. And if you do it in this way, then the nourishment will be endless and boundless. It's just because of your false thinking that all the proteins and vitamins disappear.

"This can be likened to a bowl with water in it. If there aren't any cracks in the bowl then when you put water in it, the water won't run out. It doesn't have any outflows. But if there are cracks, then the water is going to leak out. People's false thoughts are just like cracks in a bowl. If you don't have any false thinking, then you don't leave any cracks for outflows.

"Originally you didn't have any of these false thoughts. Why do you want to create some and start speculating about what the food tastes like and analyzing every bit of it for its vitamin content? No matter how much false thinking you have about what you ate today, by this time tomorrow when it has passed through your body, you certainly won't want to eat it, no matter how good it was before.

"If you don't have any false thinking, then the nourishment will stay in your body and will not flow out. But the more false thinking you have about it, the more of its energy-value you lose in outflows.

If you wear clothes in order to keep warm, that's okay. But if your objective in wearing clothes isn't to keep warm, but rather to look good and cause others to notice you, then that's an outflow. As soon as someone pays attention to you, an outflow takes place. If you worry about whether your clothes are good or not, and keep wanting to change outfits, then there is an outflow. When you wear clothes you should only wear them to keep warm. Don't have false thinking about them.

"What is the outflow of sleeping like? When it's time to go to sleep, you lie there but you can't go to sleep. Once you start false thinking, sleep runs off and you don't know where to find it. You toss and turn and still you can't go to sleep. Would you call this an outflow or not? It the outflow of sleep. And if you don't get enough sleep, then the next day you won't have enough energy, because you used it all up false thinking all night.

"Not getting enough sleep is an outflow and getting too much sleep is also an outflow. If you get just the right amount of sleep, then there is no outflow. And so, tell me now, which isn't an outflow? Eating? Sleeping? Wearing clothes? What were you opposing? . . .

"Not only are eating, wearing, clothes, and sleeping outflows, but whatever you like is an outflow. Your temper is also an outflow. Worry, hate, and desire are also outflows. The seven emotions of happiness, anger, grief, fear, love, hate, and desire are all outflows. But these outflows can be stopped. If you get to the place where you can flow and yet not flow, then you can be said to have no outflows. . . ." (FAS Ch9 10-13)